“Somos el uno para el otro,
ambos para Dios”
Hoy, voy presintiendo que mi carrera en el tiempo va llegando al final de mi ruta; con la serenidad y la reflexión de mi plenitud, que enternece mi corazón y da calor a mi alma, me dirijo a mi esposa Baltazara Valdivieso Chunga, a mis hijos Kenia y Erick; y, a mis nietas Belén, Narelle y Kendra; dejarles este testimonio para ellos y para quienes vendrán en línea sucesoria. Este testimonio, sea cual diamante que ilumine la inmensa gratitud y eterna pasión de amor a la mujer que fue bálsamo en mis tristezas, medicina que curó las heridas de mi alma, de la mano de Dios; y, desde el comienzo de nuestra mutua vida, mantuvo ella su más divina fidelidad de nunca apartarse de mí, enjugar sus penas, consolar las mías, aplaudir mis logros y motivarme para desarrollar más y más. Son las páginas más hermosas de mi vida.
Con Baltazara, siempre evocamos que, más de 53 años nuestras vidas se encontraron; y, hace 49 años se entrelazaron en unión nupcial. En la Capilla del Sagrario de la Catedral de Lima, un 30 de junio de 1972, intercambiamos votos suscribiendo el juramento leal de mantenernos unirnos en nuestra vida hasta la muerte y más allá si el misterio lo permite. Dios nos bendijo, para siempre compartir la alegría y el dolor; el desconsuelo y la esperanza; la escasez y la abundancia; los sueños y pesadillas; las ilusiones y desilusiones; la pasión y desencanto; la fidelidad y quebranto; virtudes que ella silenciosamente e incólume cumplió; y, que yo en algunas le fallé; pero ella con nobleza y abnegación de mujer, de madre y esposa, supo mantener cubriéndola con el manto de su bondad y ternura, de su compresión y decisión sublime de mantener sólido nuestro hogar.
Tuve una madre que me dio la llama de vida; y, tengo una esposa que mantuvo viva esa llama, para siempre tener tierna mi alma, abierta mi mente y sea mi corazón la tibia morada donde cobije a quienes de verdad se ama; a quienes vienen como torrentes en las venas y graban sus huellas que nos hacen feliz que cubren cualquier cicatriz que nos pueda doler.
Transcurren 49 años; y, con Baltazara, evocamos nuestra vida, la vemos como un jardín, sentados frente a él, están los días floreciendo cual diversas flores, que nos dan sus aromas, haciéndonos vivir; y, están algunas que se cayeron, se rompieron sus tallos y están secas, porque sus raíces fueron débiles; y, ante eso no hay quejas, no hay reclamos, porque los días felices forman un coro que entonan el canto de felicidad y una luz hermosa que ilumina la perpetuidad.
En múltiples horas, Baltazara, ahora contenta las disfrutas, porque estamos juntos, solos, tratando de vivir el tiempo lo más que se pueda ya que antes no lo tuvimos. En esa nostalgia, que llenas de risas y sonrisas, me recuerdas lo inquieto que fui; y, tú con abnegación exclusiva a tus hijos Kenia y Erick, en cuidarlos, ayudarlos y supervisarlos; ahora son tus nietas Belén, en los días que puede visitarte, te llena de júbilo, le prodigas tus atenciones, acertando en lo que a ella, le gusta; o Narelle y Kendra, a quienes, para que te hagan la tarde entretenida, dichosa y feliz, esperas que lleguen, reírte con sus ocurrencias, tomar juntos el lonche. Así también hijos, nietas y tu hermana Fernanda, nos reunimos alborozados para almorzar en días conmemorativos para nosotros. ¡Cuán grande es la dicha y la unión familiar!
Tú, Baltazara sonríes al verme conversar con mis nietas, ellas me preguntan sobre mi vida y les cuento tantas cosas; compartir con ellas, más tiempo que no pude compartir con mis hijos, como me dices “ellas te disfrutan, nos adoran y nos fortalecen nuestra vida, son la fuente en que nos verán permanentemente y nunca se olvidarán de nosotros”. Ah, también, me recuerdas que a nuestras familias siempre les extendemos nuestras manos, compartiendo lo poco material que tenemos o impulsando y apoyando en lo social, moral y espiritual que Dios nos da solventemente.
Mujer sencilla, Baltazara, que no supo de lujos, que sin tener nada fuimos tejiendo nuestras preocupaciones, bañándolas con nuestros esfuerzos; ella en su máquina de coser o en su librería; y, yo en mis andanzas de oficinas o enseñanza, íbamos desvelando nuestras fuerzas de juventud y cada día era un retomar de fe y esperanza para lograr lo que hoy tenemos; y, si logramos dejar algo a nuestros hijos –además de moldear su formación y persistir en su educación- eso que le dejemos son para nuestras nietas, les ayuden a su mejor porvenir. 49 años que caminamos, ya no tan rápido, pero con lentitud y serenidad, haciendo momentos incomparables, llenos de felicidad, que con la experiencia acumulada, seguimos sosteniendo nuestro amor; y, que cada día tú, mantienes esa flama que nos alumbra; yo a mi manera la lleno de matices, leyéndote algún poema, algún comentario que escribo o contándote tantas inquietudes o frustraciones, que en su época no te dije, porque eran penosas y tú eres mi esposa, mi amiga, que tenía que proteger, eres la segunda madre que me da su eterno amor bañado con el dorado de tus sentimientos, que es adoración mutua. Dios me dé el privilegio de tenerte a mi lado y nos guie hasta el umbral en que termina nuestro destino. Seguimos caminando, porque no estamos atrapados en la rutina.
Gracias Baltazara, porque en los peores momentos me diste fortaleza, porque siempre repetiré que eres la flama de unidad familiar, fuiste el fuerte cimiento y la sólida columna que sostuvo nuestro hogar, por más ventarrones o lloviznas que yo traía; hiciste que nuestro hogar fuera bendecido; mantén tu sonrisa porque cual perfume de vida me llena de oxígeno y es la más bella imagen reflejando el horizonte que se mantiene cautivante y floreciente de una gran vida matrimonial. Tú eres más fuerte que yo.
Ni hoy ni mañana, creo que nunca, podré escribir las palabras que grafiquen el inmenso significado que representas para mí. Cuando llegue el día que Dios disponga subir al bus que me lleve a la eternidad, no olviden mis hijos y nietas, que tú eres el más noble y grande significado de mi vida, que no habrá gratitud que compense todo tu amor; y, más allá de la dicha terrenal que disfrutamos, estará tu luz en la inmensidad, que guiará a quienes nos sucedan.
Dios te conceda muchos años de vida.
¡¡Feliz 49 años de nuestro matrimonio!!
GRACIAS, BALTAZARA, MUCHAS GRACIAS