“El amor es promesa de vida,
si se cumple con dedicación y
valor, se consigue cumplir 50
años con madurez feliz.”
Con el sentimiento de hace 50 años, evoco esta noble historia, que perseverantes escribimos Baltazara Valdivieso Chunga y yo.
En la Capilla del Sagrario, Catedral de Lima, el 30 de junio de 1972, en el altar, ante la presencia de Dios, celebramos nuestra unión nupcial, intercambiamos votos, hicimos el juramento de amor y compromiso, de mantenernos unidos, leales hasta que la muerte nos separe y en el más allá: misterio celestial.
Nuestro matrimonio, “es bendecido, feliz y duradero”, guiado por los principios de Cristo, llenos de amor e inspirados en “la Biblia, fuente inagotable de sabiduría”, que en Versículos de Corintios, nos dice: “El amor es paciente y bondadoso. El amor no es envidioso. No es presumido ni orgulloso”. “El amor no es descortés ni egoísta. No se enoja fácilmente. El amor no lleva cuenta de las ofensas”. “No se alegra de la injusticia, sino de la verdad”. “El amor acepta todo con paciencia. Siempre confía. Nunca pierde la esperanza. Todo lo soporta”. “El amor no tiene fin”. Es nuestra base para reflexionar en la turbulencia de los “afanes del trabajo, el estudio y la organización” de nuestra convivencia, dándonos bienestar como pareja, reflejando autenticidad y valor de amor genuino, en nuestra unión, que hizo posible la procreación feliz, cumpliendo el propósito de la buena crianza de nuestros hijos Kenia y Erick.
Al celebrar estos 50 años de matrimonio, corren lágrimas de emoción; y, nos abrigamos con el cariño de todos, aspirando a seguir tranquilos, juntos., disfrutando la plenitud de la vida.
CAMINAMOS JUNTOS
Bendecidos por Dios, caminamos juntos, en la misma senda, con similares ideas, enriqueciéndolas con el intercambio de confianza y comunicación. Compartimos sueños, ilusiones, alegrías, pesadillas, desconsuelos, tristezas; sufrimos escasez, tuvimos abundancia, de la que supimos guardar; lloramos la perdida de nuestros seres queridos Julio y Rosa, de Baltazara; Manuel Antonio y Juana María, mis padres; ese dolor, fuimos superando con fe y esperanza.
Mantenemos la pasión, desde que nos conocimos, cuidándola de amenazas, de quebrantos o desencantos; silenciosamente Baltazara, mantiene incólume el compromiso, da fortaleza ante mi debilidad y fallas, porque más grande es su nobleza y abnegación de mujer, esposa y madre, que cubre a nuestros hijos, con el manto de su bondad, ternura y compresión, en la decisión sublime de mantener sólido nuestro hogar.
Está escrito: “El matrimonio es una barca que lleva a dos personas por un mar tormentoso; si uno de los dos hace algún movimiento brusco, la barca se hunde.” 50 años mantenemos firmes los remos; y, nuestra barca navega maravillosamente, con Kenia, Erick y tres nietas: Gabriela Belén, Narelle Fátima y Kendra Abimail; acompañándonos –desde un inicio- Fernanda, hermana de Baltazara. El 6 julio 2002, 4 días y noches, Baltazara, en la explanada del Hospital Loayza, esperó el milagro que no me muriese; Dios la premió. Jamás olvidaré. Mí fallecido hermano Sigilberto, como médico, muy pendiente.
RETRATO BALTAZARA
En marco dorado sobre el lienzo del alma, con pinceles de gratitud, retrato a Baltazara: Sus ojos irradian luz de ternura, que iluminan y guían; su rostro muestra algunos surcos, son sonrisas de su nobleza -difícil de olvidar-; su cabellera negra, con algunos rayos plateados, muestra el inteligente significado de vida, que compensa y disfruta con dicha, porque en difíciles momentos nos da fortaleza, es flama en nuestra unidad familiar; sus aretes destellan júbilo; sus manos tienen arrugas, igual que las mías, marcas de calidad con la que construimos el fuerte cimiento, la estructura de vigas y columnas, arquitectura de nuestro hogar; sus pisadas ahora de pausados pasos, marcan huellas que no borran ventarrones, ni polvaredas; al contrario relucen en lloviznas, los variados desafíos las bañaban, convirtiéndose en oxígeno y motivación cautivante.
La bella imagen de Baltazara, va en el corazón de quienes la conocen; es el retrato de mujer angelical, humilde, sobria, verla, es estar frente a un jardín, que cuando más se mire, más florece, enternece; su sonrisa, pareciera emitir bellas melodías, con eco de felicidad, que marcan cinco décadas de ejemplo y expresión de amor.
NOBLE HISTORIA
Deshojamos –Baltazara y yo- el álbum de fotos; la primera juntos cuando se graduó en la Academia de Cosmetología “Savoy”; mis graduaciones universitarias; las graduaciones de mis hijos y últimamente las participaciones artísticas de nuestras nietas. De las reuniones familiares, donde nuestros padres, hermanos, tíos, primos, sobrinos y amistades, celebrábamos algún onomástico; navidad con el árbol, regalos y el nacimiento; el año nuevo, con nuestros gorros amarillos; el bautismo de mis hijos, su primera comunión y la alegría recibiendo diplomas por su buen aprovechamiento y conducta.
Las fotos de nuestro matrimonio, con nuestros padrino Dr. Luis Ugáz Cardenas, alcalde de Bellavista y su esposa; el matrimonio de nuestra hija en la Iglesia de La Merced, Lima; las de nuestra Bodas de Plata; de mis 60 años; los viajes de paseo, en el Bosque de Pómac de Ferreñafe; en la chacra de Huanabal (Tres Tomas), las Tumbas de Sicán, Machu Picchu, en el Cuzco; el inolvidable viaje a La Florida, Miami; en la Iglesia de Guadalupe, en México; en el Morro de Arica, en Chile. Viendo mis fotos por diferentes provincias del Perú, de países de américa y Europa, le cuento varias anécdotas; las del “Tribunal juvenil” como Joven del Año 1968 y la condecoración como Hijo Predilecto de Ferreñafe. Ah, fotos, imágenes valiosísimas, dice el adagio “Una imagen vale más que mil palabras”.
CONFIARON Y NOS AYUDARON
Muchas personas confiaron en nosotros, extendieron sus manos, nos orientaron, aconsejaron ante malos entendidos, nos ayudaron: Manuel Antonio y Juana María, mis padres; los padres de Baltazara: Julio y Rosa; nos enviaban encomiendas: tamales, arroz, lentejas, mangos, queso, loche, azafrán, carne de chancho, de res, caballitas saladas y empanaditas navideñas. Don Tomás Caicedo Fiénco, Notario Público, Kenia y Erick, decía: eran sus nietos; Carlos Benavides Aquije, promoción universitaria, compadre; igual Susana Alfaro; mi tío Panchito Casiano Ayasta, con tía Rosalía Gómez; la lista es larga.
Baltazara, experta maquilladora y costurera, sus proveedores admiraban su calidad de trabajo; sola con habilidad administró su librería-Bazar, “Nuevo Pensamiento”; supervisaba –apoyando a Kenia- nuestro colegio “Corpus Christus”, funcionó 26 años. Confiaron en mí, en Radio Nacional, Canal 7, Universidad Garcilaso, Universidad Jaime Bausate y Meza; Jimmy Torres, del Diario del País, y, otras organizaciones.
Con Baltazara decimos, sin nada empezamos, todo hicimos, con dedicación y esfuerzo.
DESPACIO SEGUIMOS JUNTOS
Caminando juntos –con prudencia-, en una misma perspectiva; leyendo y oyendo, con algunas deficiencias, seguimos inquietos por el futuro de nuestros hijos y nietas; mantenemos espíritu joven, renovando la fe, con mucha esperanza, persistiendo lograr nuestros propósitos. A Dios gracias, sin honroso bastón, aun nos sostiene nuestra experiencia, comprensión y amor, que mantenemos como tea alumbrando nuestro destino y sus matices; y, que alumbre a Kenia, Erick y nietas, para que tengan dorados sus sentimientos.
Nuestra gratitud infinita a Dios, arquitecto de nuestro destino, que siendo sus obreros de la vida, nos infundió Ingenio, Sabiduría, Fuerza y Dignidad, para defendernos, curarnos cuando enfermábamos, alimentarnos; mantener abierto el corazón y el alma, conservar la fuerza, que sea la tibia morada de la familia y amistades. Es el regalo valioso, recuerdo maravilloso que les dejaremos, cuando ya no estemos acompañándolos.
Cada día y cada noche, rehuyendo nos atrape la depresión, reflexionamos y oramos a Dios, él decidirá el momento privilegiado de llevarnos a su paraíso celestial, independientemente; quien quedara, esperará en el umbral donde termina el destino terrenal y nos traslada a la eternidad. En esa eternidad donde Baltazara y Yo, nos volveremos a encontrar; seguir caminando juntos, otra vez.
“Éramos adolescentes “Si acepto”,
dijimos ante el altar de Dios; valió
la pena; hoy 50 años envejecidos
seguimos juntos amándonos.”