Shock de cargas burocráticas se suma a la irresponsabilidad fiscal
En estos días, la más optimista previsión de caída de la economía este año se acercaría al -15%. Tengámoslo claro: no es una recesión causada por el virus chino (como repiten los medios de comunicación social); ni por un shock negativo de los precios de nuestras principales exportaciones (como repiten algunos analistas desconcertados); ni se explica por la desesperada informalidad de los peruanos más pobres (como sostiene el ingeniero Vizcarra). Lamentablemente, hoy caemos mucho más que el resto del planeta por una ilusa gestión económica. La mezcla de tanto un shock de cargas burocráticas cuanto de un alto grado de irresponsabilidad fiscal, proveniente del Ejecutivo y el Legislativo. Bajo este esquema:
- Bloquean, vía protocolos, cualquier intento de estimular la economía por el lado de la demanda (a través de política monetaria expansiva o subsidios). Algo así como empujar a alguien para que impacte con una pared;
- Van acumulando un enorme forado fiscal (financiado mayoritariamente con deuda interna de costo elevado). Sería solo una cuestión de días que eleven las cargas tributarias a los formales.
- Y aplican prioridades ilógicas de gasto. Sí, estimado lector, a pesar de los deplorables resultados económicos y epidémicos, el Gobierno insiste en mantener pliegos inadecuados (entre otras cosas, elefantes blancos, ministerios innecesarios, esquemas masivos de consultoría externa y presupuestos de comunicación). Todo esto, mientras no se atiende debidamente a los sectores que combaten la pandemia.
Son tiempos difíciles. Pasan los meses y las cosas distan de mejorar significativamente en la economía y con la epidemia. Donde sí resulta exitosa la actual administración es distrayéndonos. Sucesivos intentos de vacancia que fracasan, siempre y sospechosamente, días antes de la votación; la turbia elección de un nuevo presidente norteamericano (que ha ofrecido despertar un alza global de las barreras para arancelarias al comercio exterior); iniciativas populistas del congreso, combinadas con una apresurada campaña electoral para 23 planchas presidenciales y 4,140 cupos para congresista, dibujan un escenario donde los dinosaurios deambulan ignotos.
Uno de estos dinosaurios tiene que ver con la discreta evolución de la política monetaria local. Tras de cuernos, palos. En medio de las amenazas congresales e intentos de avasallar la autonomía del BCRP, el llamado instituto emisor, va dando muestras de un inconveniente relajamiento frente a su responsabilidad de mantener la estabilidad monetaria en medio de extremos problemas económicos, políticos y de salud pública.
Es cierto, en medio de una megarrecesión, la inflación persiste dentro de la meta. Pero como muestra el primer gráfico de esta secuencia, el BCRP está inyectando oferta monetaria a ritmos desproporcionados con esta meta y la evolución de la economía nacional. Un relajamiento que todavía no enerva la inflación pero que tampoco mueve a la economía. Y esto es algo lógico, dados los protocolos y desconciertos que muestra el combate sanitario a la epidemia china. La maquinita (impresora de billetes) de Pedro Beltrán está hoy caliente y no es bueno que ello suceda. Las jubilaciones y los ahorros están mayoritariamente en soles.
Tanto es esto así que la informalidad financiera viene explotando (ver la evolución del coeficiente de la preferencia por circulante en el gráfico 2), mientras que la gente vende sus depósitos denominados en dólares en el sistema bancario. El nerviosismo justificado de los agentes es hoy evidente.
Todo sería felicidad en un mundo keynesiano iluso. Desafortunadamente para el Instituto Emisor y para este Gobierno de izquierda, las cosas nunca suceden como ellos esperan. Los estímulos monetarios introducidos para mover la economía se estrellan contra los protocolos sanitarios, la ilusa priorización fiscal y la creciente desconfianza de los agentes. Hoy muchos compran bienes raíces, y persiguen dólares (ver gráfico 3). Dólares que no van a ser depositados en los bancos locales.
Este dinosaurio, ignoto en la discusión pública actual, no es una broma. Implica una amenaza seria hacia la estabilidad de la plaza. Implica un nivel de arrogancia, sobre lo que la burocracia puede hacer, que resulta fatal. Menudo reto para los miembros de un directorio que tiene la obligación constitucional de defender la estabilidad del dinero local. Si bien esta es solo una luz roja, ya está encendida. Ellos saben qué deben hacer para no dar la vergüenza cómplice que dieron otros directorios en el pasado.