Votaron para salvaguardar socialmente una dignidad solo pretendida
Ha sucedido nuevamente –en lo esencial– lo que aconteció con los hijos de la huevera del modesto bonito: cada vez que se les llama ´caviares´ muchos se sienten incluidos y algunos hasta solapadamente ascendidos socialmente.
Ocurre que a propósito de las elecciones presidenciales últimas, se puso en boga el término coju-digno que, dicho sea de paso, aún se mantiene. La coartada perfecta para decirles a los demás que uno prefería el improperio subyacente a la primera parte de la nueva expresión antes que ´renunciar´ a la dignidad votando por la heredera del “chino asesino y ladrón”. Aquel que a muchos dignos les había permitido iniciar la construcción de sus casitas en Asia; o terminarlas con acabados nice.
¡Ah, el lenguaje y sus revelaciones! Coju-dignos… como si las palabras creasen la realidad; como si la auto denominación tuviese el poder de lavar conciencias. A fin de cuentas, parece que no estamos demasiado lejos del animismo que impulsó el uso de trazos y palabras en tiempos remotos.
Ya Lévi Strauss y numerosos antropólogos nos habían advertido que el animismo subsiste inconscientemente en muchos hablantes. Aquel animismo que inspiraba los dibujos rupestres se trasladaba a la palabra escrita y su poder, por ejemplo. Extraño, entonces, que mentes supuestamente cultivadas opten por este impulso primario.
Claro está que vistos los resultados de estos primeros 100 días de gobierno, los llamados a sí mismos como coju-dignos lo digan acaso con menos convicción. Pues votaron por quien votaron a sabiendas de por quién lo hacían.
El término ha ingresado a la norma lingüística aparentemente culta, particularmente en algunas universidades y algunas redacciones de los medios. Y hablando en términos de locaciones, en aquella zona geográfica llamada Barranco: reveladora reverberación allí de un término que, al parecer, nos conduce social y económicamente a esa toponimia lugareña. ¡Al barranco!
El término apropiado debería ser, entonces, coju-indignos porque con el voto no se vaciló en ´timbear´ un país y su auténtica dignidad para salvaguardar socialmente una dignidad solo pretendida.
Demás está decir que hubo quienes votaron con verdadera dignidad y convicción por el señor Castillo. Es obvio que a ellos no les cabe el término.