Perú es un objetivo estratégico de primer orden para la izquierda
A la nefasta presencia de Evo Morales en Bolivia pronto se sumaría la de Andrés Aráuz, el discípulo del corrupto ex-presidente Rafael Correa, que ganó largamente la primera vuelta de las elecciones en Ecuador; una victoria que podría consolidar en la segunda vuelta prevista para el 11 de abril, día en que celebraremos las próximas elecciones en el Perú. Con Alberto y Cristina Fernández el peronismo reina nuevamente en Argentina, mientras Lula –el eje político de Lava Jato– vuelve al ruedo en Brasil, donde la justicia lo ha liberado gracias a un tecnicismo legal. Y desde México, el Presidente López Obrador –que desinfló la prometedora Alianza del Pacífico– empodera al Grupo de Puebla, yunta regional del Foro de Sao Paulo. Nada nuevo que decir de las dictaduras comunistas de Cuba y Venezuela. El castrismo tiene 62 años de edad y el chavismo de Maduro sigue engordando con el hambre y el sufrimiento de los venezolanos, que ya superaron a todos los países que compiten en los éxodos migratorios para escapar de las peores satrapías que esclavizan pueblos enteros.
Es ilustrativo reproducir un párrafo de la última declaración del Foro de Sao Paulo (enero 2021) porque permite identificar con certeza la ubicación política de los gobiernos de la región. Dice: “Tuvimos importantes victorias electorales en México (2017) y Argentina (2018), seguidas de una estupenda y popular victoria electoral en Bolivia en el 2020. Este febrero de 2021, en Ecuador, son cada vez más reales las posibilidades de una victoria electoral de la Revolución Ciudadana, movimiento heredero del expresidente Rafael Correa, que exitosamente (sic) gobernó el país años atrás. Se consolidan diversos levantamientos y movilizaciones populares, como en Chile, Colombia, Ecuador, Guatemala, Perú. La República Bolivariana de Venezuela, con todo el cerco económico, mediático y militar del imperialismo, sigue su resistencia y en diciembre de 2020 logró realizar elecciones parlamentarias”.
Gracias al extraordinario trabajo que hicimos al cerrar la frontera y acordar con Ecuador un potente Plan Binacional de cooperación, las relaciones con ese país están vacunadas contra los giros inevitables de la política interna en cada país. Pero no se puede decir lo mismo en cuanto a nuestra vecindad con Bolivia, sobre la que gravita la colindancia de etnias altiplánicas politizadas, como la aymara. A ella pertenece el inefable Evo Morales, quien no duda en intervenir subterráneamente en el sur del Perú, coaligado con políticos como Verónika Mendoza, los gobernadores regionales del sur o los movimientos antimineros ideologizados, que afectan gravemente la producción y las operaciones logísticas que permiten transportar la producción minera a nuestros puertos del Pacífico.
Por su ubicación central en Sudamérica, el Perú es un objetivo estratégico de primer orden para las izquierdas latinoamericanas que ven con horror el éxito de las economías abiertas y competitivas. De ahí que su activismo se acreciente en los trances electorales que podrían dar a luz cambios de régimen en su favor. Esperemos que nuestro electorado no les haga el juego.