Los fracasos de la izquierda en el Estado
A tres semanas de las elecciones no es posible otorgar el llamado beneficio de la duda a la administración Sagasti. El presidente Sagasti ha continuado, desde el principio hasta el final, con la lógica de la pasada administración Vizcarra. Y sostener algo así no es poca cosa, porque en el tiempo en que Vizcarra se mantuvo en el poder, de alguna manera, se devastaron todos los logros económicos, sociales, políticos e institucionales alcanzados en tres décadas.
La administración Vizcarra tuvo una capacidad destructiva aterradora e inversamente proporcional a su capacidad constructiva. El motivo: Vizcarra llevó la guerra política, iniciada por Fuerza Popular en el 2016, a niveles no imaginados. Los resultados ya los conocemos y seguiremos conociendo en los años por venir. Bueno, el presidente Sagasti en vez de terminar con esta guerra política y convocar a la convergencia nacional de todos los sectores, se puso la armadura de combate e inauguró su administración descabezando a la Policía Nacional del Perú (PNP) para escenificar el libreto controlista de un sector de la izquierda.
La nueva administración continuó a pie juntillas el guión de la anterior administración, a tal extremo que mantuvo a Pilar Mazzetti en el sector Salud. Ya conocemos los resultados. Sin embargo, de alguna manera, lo peor estaría por venir. El descabezamiento policial creó un vacío de autoridad general y menos de 3,000 personas bloquearon carreteras y, entonces, se derogó la Ley de Promoción Agraria, la mejor ley económica de las últimas dos décadas, que explica nuestro paso de la mendicidad agraria al de una potencia: de US$ 850 millones a más de US$7,000 millones en exportaciones.
Desde el punto de vista de los años por venir, esta decisión solo será entendida dentro de los marcos de una administración colectivista y estatista. La derogatoria de la mencionada ley fue un trabajo en pared entre el Ministerio de Economía y Finanzas y la Mesa Directiva del Congreso. Por esos días, el Perú se convirtió en un soviet: menos de 3,000 personas gobernaron y legislaron bloqueando unas cuantas carreteras.
Cualquiera diría que fue la suma de ineficiencias e impericias. Pero luego vino la tozudez del monopolio estatal en la importación de vacunas contra el Covid. Y de pronto, la sociedad y los privados, con millones de recursos y posibilidades, debieron contemplar cómo se desenvolvía la tragedia sanitaria, con la letalidad que se acumulaba. En los próximos años este yerro será el apellido de la administración Sagasti. Pero una cosa quedó en claro. Los errores de la administración transitoria provenían del gobierno de la ideología sobre la realidad. Todos los argumentos del Ejecutivo para mantener el monopolio estatal son fútiles.
El naufragio de la administración Sagasti se sumó a la fuerza de la gravedad del cataclismo destructivo de la administración Vizcarra, y la centro izquierda comenzó a caer hasta perder posibilidades en las elecciones. Si Manuel Merino hubiese continuado en el poder la historia habría sido diferente. Justicia divina, sostendrían los hombres de fe.
Varias preguntas siguen rodando a todos los peruanos. ¿De dónde provienen las negligencias de estas administraciones en la pandemia y la persistencia del absurdo monopolio estatal de las vacunas? ¿Acaso de la ineficiencia y de la frivolidad de los privilegiados en la pandemia o del aterrador cálculo político? El tiempo absolverá las preguntas.
En cualquier caso, la centro izquierda está cerca del abismo en estas elecciones. Y allí está el gran problema y la gran posibilidad de continuar con el sistema republicano, porque estos sectores han demostrado que controlan el Estado sin ganar elecciones.