¿Es usted de izquierda o de derecha?
En planos económicos la ideología se distingue de la teoría económica por ser algo normativo. Prescribe, no explica. Ad portas de un proceso de elecciones generales, resulta útil que usted pueda discriminar –en la forma más sencilla y precisa posible– qué es y qué implica cada cosa. Así las cosas, busco aproximar hoy la interrogante que, hace poco me hizo alguien en una red social: ¿por qué piensa que se debe evitar la elección de un gobierno de izquierda?
Inicio esta disquisición con un detalle. El señor al que le debo la pregunta no parecía tener una idea razonable de lo que era izquierda; y mucho menos de las consecuencias de optar por esta. Por ello deseo iniciar esta discusión con interrogantes sobre su auto etiquetado político, estimado lector. ¿Es usted de izquierda? ¿Es de derecha? ¿O no le atrae ningún extremo?; es decir, ¿es de centro?
Para responder estas interrogantes resulta crítico tener una idea de qué es concretamente izquierda o derecha; pero también reconocer que usualmente los electores optan políticamente sacrificando su bienestar por las creencias que se les ha inoculado. En este ejercicio solo voy a enfocar el primer plano. ¿Qué es cada cosa? Para ello existen –grosso modo– tres caminos. Usted puede, y es algo tan respetable como árido o sofisticado, escuetamente filosofar sobre cualquiera de los tres vocablos, sus vínculos con la racionalidad o lo científico; y sus virtualmente infinitas aserciones y variantes. Y quedar satisfecho a este nivel. Puede también fundamentar su visión de lo que es izquierda o derecha en el plano retórico, a lo Deirdre McCloskey. Nótese que el campo de la metodología económica se expande. Hoy incluye la búsqueda de reglas para su dizque correcto desarrollo.
Parafraseando a Joan Robinson, para no dejarse “engañar” por la teoría normativa. Y, por supuesto, usted construir su posición política a través de ello. Finalmente, como pienso que corresponde en toda discusión científica, usted puede basarse en la contraposición de la lógica y los hechos. Me refiero a dilucidar qué es cada cosa y con qué otras variables económicas se asociarían. Para ello la claridad de las ideas –en el sentido popperiano– resulta fundamental. El conocimiento que no es transferible, simplemente es balbuceo.
Pero le advierto, en el grueso de las discusiones, cotidiana y complacientemente, se repite lo fácil y lo difuso. La izquierda enfatiza ideas como igualdad, fraternidad, derechos, progreso, reforma e internacionalismo; mientras que la derecha política resalta sellada por nociones como autoridad, jerarquía, orden deber, tradición, reacción y nacionalismo. En estas líneas, en cambio, nos enfocaremos en acotar cada definición y en dilucidar si ciertas posiciones políticas resultan o no económicamente recomendables, tóxicas o simplemente irrelevantes.
Insistiré en que esta identificación –de lo que por ejemplo sería la izquierda o su antítesis– solo debe ser lógica, precisa y medible. Lo de consensuada o generalmente aceptada resultará irrelevante. Este plano puede ayudarnos a comprender que cada definición trasciende además de la trayectoria e influencia histórica de los conceptos, de su preeminencia filosófica o su atractivo retórico. Implica al fin conocer si su aplicación resulta o no algo económicamente nocivo. Punto.
Esta pesquisa empírica requiere que no obviemos otras dos precisiones. La referida a la gradualidad y a la temporalidad de su aplicación. Y sobre estas dos cabe ponderarse adicionalmente dos detalles. El primero nos refiere a que lo que la gente cree o quiere. Dado que esto puede importar gravitantemente para explicar sus preferencias o decisiones. Pero, en términos de la pesquisa a la que los estoy invitando aquí, los sentimientos, deseos o las creencias resultarán irrelevantes. El segundo detalle aquí nos refiere otra vez a la inescapable heterogeneidad de uso de los conceptos izquierda, centro o derecha, en su uso político o económico. Aquí, por un lado, enfocaremos diferentes grados de anestesia. Los matices referidos a diferentes vocablos superpuestos: izquierda, progresismo, liberalismo norteamericano, socialismo, comunismo, marxismo. Y por otro, a otros grados de anestesia, cuando nos referimos a capitalismo, conservadurismo, liberalismo europeo, liberalismo clásico. Y por supuesto en los graduales, inagotables y mutantes centros políticos.
Aunque irrespetaré entusiastamente estas disquisiciones, aquí enfocaré dos polos (marxismo vs liberalismo clásico) y todos los demás grados del espectro (las semi y las centroizquierdas o centro derechas). En todos los casos ponderando la temporalidad de su aplicación.
Entonces la idea base aquí pasa por contraponer los dos polos. La izquierda (el comunismo o socialismo) configura la antítesis de la derecha (el liberalismo clásico o capitalismo liberal). Si el segundo implica la defensa de las libertades económicas y políticas de los individuos, la izquierda implicará altos grados de opresión estatal, económica y política. El centro implicaría los diferentes puntos del espectro de posibilidades entre los dos polos; no muy cercanos a estos. Bajo esta perspectiva, las justificaciones historicistas serían coartadas usadas para justificar la opresión (explotación laboral, identidad, desigualdad, internacionalidad, medio ambiente, etc.). Sean cuales sean las razones por las que usted necesite que el gobierno lo oprima, usted es de izquierda, lo sepa o no, cuando aboga o tolera la reducción de su libertad. Y recuerde a Hannah Arendt: esta opción despierta un proceso gradual y creciente hacia lo totalitario.
Un atractivo cardinal de este ejercicio es que resulta medible. Existen diversas bases de datos que nos ofertan información relevante (de libertades civiles, derechos políticos, respeto a la propiedad privada, dirigismo económico –en muestras globales de longitud temporal cada vez mayor– y buscan capturar en cada plaza los grados de Libertad Política (por ejemplo, Freedom House, por ejemplo) o de Libertad Económica (Heritage Foundation). Lo sorprendente aquí no es una añadidura. Diversas naciones etiquetadas como socialistas o de gobierno izquierdista, registran índices dentro de rangos liberales o de derecha, bajo esta definición. Tienen elevados índices de libertad. Aquí, las creencias, las etiquetas o las retóricas son accesorias. Se es de derecha cuando los índices resultan elevados. Y se es de izquierda cuando estos índices son bajos. Se es de centro en el medio. Sobre esta base se puede dividir el planeta entre naciones con bajos índices y poco desarrolladas, empobrecidas o burocráticamente corruptas; y las otras, menos atrasadas (con mayores índices de libertad).
Sobre esta evidencia les presentaré una pieza parcial, pero sugestiva. La conexión –descubierta en un panel para 180 países el 2019– entre los índices de Libertad Económica y Política e indicadores de percepción de Corrupción Burocrática (ese formidable correlato del producto por persona). Y la lección resulta frontal: a mayor izquierda, mayor corrupción burocrática.
Pues como siempre llegó el final. El momento de volver al inicio. ¿Por qué sostengo que se debe evitar la elección de un gobierno de izquierda? Y la respuesta es sencilla. La evidencia empírica contrastaría que la opresión política y económica corrompe –ergo, empobrece– a las naciones. O lo que es lo mismo: los gobiernos de izquierda (opresores de la libertad) son económicamente tóxicos. Es menester evitar transitar hacia la izquierda, por el bien suyo, de su familia y de su País.