¿Llevarán al despeñadero a 30 millones de peruanos?
A escasas tres semanas de realizarse la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, la población interesada en la política y el curso del país espera tener un mejor conocimiento de las propuestas y orientaciones programáticas que enarbolan los dos candidatos. Algo que se logra a través de los debates y que, en el contexto actual, da sentido a un aspecto importante de la democracia; nos referimos a la información. Sin embargo, venimos observando por parte de uno de ellos (el binomio Cerrón – Castillo) un constante comportamiento irónico, de afrenta no solo a la candidata de Fuerza Popular, sino a todos los peruanos. Una actitud que lamentablemente es aplaudida por algunos ex candidatos y pobladores que, al hacerlo, muestran una faceta de irresponsabilidad y desinterés por el bienestar del país.
Lo que viene ocurriendo a todas luces es que el representante de Perú Libre, en el primer debate realizado en su pueblo natal (Chota) y sus posteriores intervenciones transmitidas por la prensa, viene mostrando desconocimiento de la problemática del país y limitaciones en términos de capacidades para resolverlos. Así evidencia lo que significaría como conductor de la nación, de llegar a ser elegido. Un problema bastante serio, que intenta ser escondido tras una absurda separación ideológica entre Castillo y Cerrón, “porque Verónika es garantía”. Eso se complementa con un “apoyo técnico”, remendando un Plan de Gobierno (de múltiple autoría) cuyo objetivo central es esconder lo que realmente haría en función y coherencia con los fundamentos ideológicos que guían la organización política que lo cobija.
Al respecto, William Hughes, ex primer ministro de Australia, recomendaba: “Si no estamos preparados para pensar por nosotros mismos y hacer el esfuerzo de aprender a hacerlo bien, siempre estaremos en peligro de convertirnos en esclavos de las ideas y valores de los demás debido a nuestra propia ignorancia”.
Ahora bien, rehuir el debate respondiendo con agresividad, amenazando a los empresarios, prensa, Defensoría del Pueblo, Poder Judicial y al propio Congreso, resulta la careta del temor y la soberbia; en suma, un síntoma de ineptitud. Plutarco señalaba: “Una autoridad que se funda en el terror, en la violencia, en la opresión, es al mismo tiempo una vergüenza y una injusticia”. Keiko Fujimori al referirse a la ausencia de Pedro Castillo al debate propuesto por este último en el Penal Santa Mónica de Chorrillos, señaló: “La propuesta del señor Castillo no era hacer un debate ni intercambiar ideas, lo que buscaba era maltratarme, era humillarme. Es verdad que estuve acá más de 16 meses, 16 meses que pasé injustamente, alejada de mi familia y de mis hijas”. Un adagio popular nos recuerda que “Los gritos son señal de debilidad, la humillación es señal de pobreza interior, la calumnia es señal de envidia, la agresividad señal de inseguridad”.
Sobre este intento de asalto al poder, lamentable de por sí, que lleva en su execración al despeñadero a más de 30 millones de peruanos, la historia se encargará de juzgar a quienes aupándose a un proyecto que no conocen y que, remedando a niños que les quitaron su juguete, actúan con rabia y odio al haber perdido las elecciones. La democracia se respeta, pues representa una conquista de la humanidad en la búsqueda de mejores condiciones para vivir en comunidad. Por ello, es nuestro deber fortalecerla en el marco del Estado de derecho.