Las dudas de los intelectuales de izquierda
A poco menos de un mes de que los peruanos elijamos al siguiente gobierno, se viene aclarando el horizonte en términos de apoyos o adhesiones a los grupos en “competencia”. Por un lado, optan por la continuidad del desarrollo del país por el carril de la democracia los ex candidatos de Renovación (López Aliaga), Avanza País (De Soto), Partido Popular Cristiano (Beingolea), Alianza Para el Progreso (Acuña), Perú Patria Segura (Santos), que junto a las direcciones de Victoria Nacional anunciaron su apoyo a la candidatura de Fuerza Popular (Keiko Fujimori); y de otro, apuestan por un futuro incierto, expresado en las inconsistencia programáticas de Perú Posible, Juntos Por el Perú (Verónica), Democracia Directa (Alcántara) y posiblemente se una a ellos el Frente Amplio (Arana). Si bien se trata de adhesiones en representación de, resulta poco probable que sus “electores” las sigan a pie juntillas; no obstante, permite visualizar mejor el aún confuso panorama de correlación de fuerzas.
Acompañan a estos pronunciamientos, opiniones grupales y de oenegés que, frente al recelo o sospecha de la poca claridad de los mensajes, se inclinan por una posición mediadora, proponiendo ingenuamente la firma de ciertos acuerdos a ser cumplidos por los candidatos una vez elegidos. Lamentablemente en la actual coyuntura electoral, la ley del tercero excluido no opera; por tanto, no pasa de ser expresión de buenas o malas voluntades. Una cuestión alejada de la filosofía, la lógica y ciertamente de la política, habida cuenta de que la elección es entre dos propuestas claramente definidas, que debemos conocer y comprender para asumir responsablemente una decisión.
Existen personas autoidentificadas como izquierdistas que, imitando a enamorados adolescentes, juegan a deshojar margaritas, creyendo que las amenazas de Cerrón-Castillo son “pura finta”, meras bravuconadas y que jamás las ejecutarían porque ¡el pueblo no lo permitiría! Ellas requieren ser despertadas del sueño “socialista”; y será Lenin (“El radical ruso, reflexiona con retardo”) quien les recordará:
Allí donde prevalecen tales estados de ánimo, típicos de la intelectualidad, es imposible adoptar una política firme, digna de la clase auténticamente revolucionaria, que conduzca resueltamente a través de todas las pequeñas desviaciones y vacilaciones hacia la preparación de la batalla decisiva y abnegada contra el enemigo. Por eso el proletariado consciente debe saber mantener una actitud crítica hacia los intelectuales que se pasan a su lado, debe aprender a librar una lucha implacable contra el oportunismo en política.
Resulta oportuno señalar que esas personas, al no estar invitadas a mesa alguna ni tener cabida en el fanático proyecto, tienen aún tiempo para serenamente comprenderse y ubicarse en la realidad.
En términos ético-sociales, los cálculos oportunistas, que históricamente se presentan en momentos de decisiones trascendentales debieran ser rechazados. A propósito de ello, vale recordar a Máximo Gorki (1868-1936), quien tratando de explicar su desazón con el comportamiento personalista de algunos de sus amigos y compañeros cercanos, y dudando aún de su correcta postura frente a los acontecimientos de la revolución rusa, anotaba:
Puede que sea un inadaptado o quizá un hombre con las ideas demasiadas claras, tanto que resultan incompatibles con aquellos que manejan sus ideologías a su antojo y conveniencia para sacar mejor provecho de ellas.
Las inclinaciones electorales adquieren importancia si, alejadas del oportunismo y asumiendo las consecuencias, expresan cercanías ideológicas con la democracia o el antisistema, toda vez que la historia se encarga de juzgarlas.