Teología del pueblo y populismo antineoliberal
A juicio del filósofo italiano Gianni Vattimo –católico y comunista a la vez– solo el papa Francisco podría liderar una revolución en un mundo posmoderno carente de utopías. Este papa proveniente de Argentina es, a no dudar, una figura que genera debates y suscita controversia hasta en el seno de la Iglesia. ¿Hacia dónde apunta su misión pastoral? ¿Se desprende de sus documentos y declaraciones alguna forma de utopía católica renovada, como sugieren algunos? ¿Qué dicen sus encíclicas? ¿Qué inspira la acidez de sus críticas al neoliberalismo y al funcionamiento del capitalismo? ¿Es un clérigo cercano a la izquierda peronista?
Para quienes discrepan del magisterio de Francisco, sus posiciones están determinadas por variantes de teologías liberacionistas de las décadas de 1960-1970 y por aquella corriente argentina conocida como ‘Teología del pueblo’, que destaca a la cultura y a los sectores populares como diques de la globalización neoliberal. Sus dos encíclicas, “Fratelli tutti” y “Laudato si”, contienen mensajes notoriamente anticapitalistas que se distancian del catolicismo social histórico equilibrado de los siglos XIX y XX. Es así como Bergoglio enfatiza el carácter relativo de la propiedad privada, a la que considera como un derecho natural de segundo orden, y por tanto sometida al bien común y a los intereses de la comunidad.
El apoyo papal a los movimientos populares latinoamericanos va también en esa dirección y empalma con su preocupación por la temática medioambiental. Lo ha dicho con claridad: “El derecho de algunos a la libertad de empresa o de mercado no puede estar por encima de los derechos de los pueblos, ni de la dignidad de los pobres, ni tampoco del respeto al medio ambiente”, puesto que “quien se apropia algo es sólo para administrarlo en bien de todos”. (“Fratelli tutti”, párrafo 122)
La utopía bergogliana
Diego Mauro, doctor en Humanidades e investigador argentino, sostiene que Francisco intenta construir una utopía cristiana en los bordes del capitalismo, a partir de la reivindicación de un fundamento trascendente para las ideas de igualdad y fraternidad. En su opinión, no pasa desapercibido que el papa pretenda elevar al catolicismo como una fuerza capaz de aglutinar a diferentes voces antineoliberales del mundo. (artículo, “¿Encarna el papa Francisco una nueva utopía cristiana?”, Nueva Sociedad, abril de 2021)
Por su parte la teóloga argentina Emilce Cuda, –cercana a Bergoglio y citada por Mauro–, expone que Francisco ha apostado por revivir a la Teología del pueblo, vertiente que reconoce la influencia del peronismo como movimiento social y político. Téngase presente la convergencia de su carta apostólica “Evangelii gaudium” con elementos de esa teología. Desde aquí Francisco ha tomado el concepto de pueblo para pensar un modelo de sociedad no-liberal y proponer un rescate de la cultura popular –entendida como resultado sedimentario de la historia de una comunidad– a modo de anticuerpo para enfrentar la hegemonía neoliberal. Una conclusión que es compartida con las filosofías de la liberación y también, en cierto grado, con otras visiones posmarxistas como la teoría de la hegemonía de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe. No cabe duda, entre argentinos es más fácil entenderse.
Noción de pueblo y globalización en Bergoglio
Es oportuno recordar que la noción de ‘pueblo de Dios’ (o ‘pueblo católico’) tiene una larga historia en el seno de la Iglesia. Su reinvención moderna se sitúa en la segunda mitad del siglo XIX. A lo largo de esa época, los ‘católicos sociales’ comenzaron a usarla para analizar el tipo de sociedad que alentaba el liberalismo.
Durante la primera mitad del siglo XX la noción fue reelaborada y se convirtió en uno de los puentes a través de los cuales la Iglesia católica se mezcló con identidades nacionales, al tiempo que intentó dar respuesta a los desafíos planteados por la democracia de masas. En muchos países, entre ellos Argentina y España, el ‘nacionalismo católico’ devino en una corriente ideológica influyente. Así es cómo la noción de ‘pueblo’ alimentó nacionalismos ‘cerrados’, obsesionados por la amenaza de una larga lista de diferentes, de ‘otros’.
Durante la segunda mitad del siglo XX el ‘nacionalcatolicismo’ europeo entró en crisis. En América Latina, por su parte, ganaron fuerza otros derroteros y otras vías de vinculación entre religión y pueblo. En las décadas de 1960 y 1970, como consecuencia del impacto de la revolución cubana y del Concilio Vaticano II, emergieron ‘nuevos liberacionalismos católicos’ que reformularon una vez más la idea de pueblo. Entre ellos se cuenta la Teología del pueblo, influenciada por la experiencia peronista y su lenguaje clasista. Entonces los teólogos del pueblo ponían el acento en el potencial antiimperialista de ‘lo popular’. En la base de dicha teología, –en la que se nutrió Jorge Bergoglio–, comenzó a manifestarse el principio de que los sectores populares son depositarios de sedimentos culturales y religiosos propiamente cristianos, aptos para generar formas de resistencia contrahegemónica. Se trata de una idea dirigida a resistir la ‘extranjerización’ de los grupos dominantes y el poder de elites intelectuales contagiadas por ideologías anticatólicas originarias de países grandes y poderosos (imperialistas).
En contraste con el concepto de pueblo alentado por el catolicismo social y los nacionalistas católicos de antaño, Francisco insiste en señalar que su noción de pueblo está ‘abierta’ a la diversidad y a los ‘otros’. En su última encíclica de 2020, “Fratelli tutti”, dio un paso más y vinculó su definición de pueblo con una reivindicación de la noción de ‘periferias’, profundizando su crítica a la globalización.
Detractores y defensores
Algunos detractores comentan que Francisco lee sesgadamente el pensamiento social católico ortodoxo y lo distorsiona. Critican una excesiva ‘reducción’ del catolicismo a ideas sociales y políticas en detrimento de su proyección espiritual. Para otros sectores, el asunto no es la distorsión del pensamiento social de la Iglesia, sino la adhesión de este papa a un sustrato supuestamente autoritario del catolicismo y específicamente a su definición de ‘pueblo’, un concepto considerado antiliberal y tendencialmente excluyente. En otras palabras: se está ante un posicionamiento que propicia regímenes populistas autoritarios y sociedades cerradas, a pesar de lo que pudiera ser su verdadera y real voluntad.
Para sus defensores, –en cambio–, Francisco está desandando el sesgo procapitalista heredado del papado anterior y de la guerra fría, reconduciendo al catolicismo a su propio terreno: el de la fraternidad y la igualdad pregonada por Cristo. En este aspecto, es muy significativo que un comunista y ateo chileno, haya declarado que “una religión fundada en estas dos encíclicas, me parece una religión bastante más cercana al movimiento bolchevique” (Daniel Jadue, alcalde, ex candidato presidencial, Kairosnews.info, 22 de noviembre de 2020).
La intención de Bergoglio dirigida a hacer del catolicismo un actor importante a nivel global en la búsqueda de una salida al capitalismo y a la globalización neoliberal cuenta con unos aliados extraños, pero demasiado conocidos. Su apuesta por difundir la utopía de su pensamiento deberá vencer sólidas resistencias doctrinarias que aparecen en el horizonte. Los tiempos dirán si las nuevas orientaciones alcanzarán para reposicionarlo de cara a los desafíos de las próximas décadas. ¿El Espíritu Santo lo acompañará?
Diego Mauro ha escrito al respecto: “no estoy seguro que esto alcance para formular una nueva utopía política católica capaz de relanzar a la mermada grey de la Iglesia”, “pero está claro que esa es la apuesta de Francisco. Dar forma a un futuro alternativo de base reformista pero de contenido más radical”.
Si bien sus posicionamientos le han valido diversas críticas y el calificativo de ‘papa populista’, la noción de pueblo que defiende “Fratelli tutti” es abierta y poliédrica, capaz de metabolizar cosas nuevas, de cambiar y de enriquecerse con los ‘otros’, inmigrantes y refugiados (artículo citado).
En este marco, las disidencias actuales reflejan la evidente heterogeneidad teológica y política de quienes componen hoy la confundida y alicaída feligresía católica.