Los dilemas generados por el derrame de petróleo en la costa limeña
“Gris, querido amigo, es toda teoría, pero es verde el árbol dorado de la vida”. Es el seductor verso que Goethe pone en boca de Mefistófeles. Oponiendo la opacidad del saber fáustico a la promesa de una vida placentera. Como sabemos, Fausto cedió y entregó su alma a cambio del gozo efímero de la no virtud, del no saber, del no bien.
Algo de esto parece haber ocurrido con gran parte de los dirigentes de los principales gremios empresariales del país frente a la irresponsable respuesta dada por REPSOL respecto al criminal atentado ecológico de La Pampilla. Ante el temor de verse percibidos como similares a la empresa indicada, muchos gremios –y no poca prensa– han optado por el silencio cómplice. “Para defender el modelo”, parecen pensar.
Bastaría con enumerar las poco serias y hasta cínicas declaraciones iniciales de los funcionarios de la compañía infractora para subrayar que si bien es cierto dos gremios importantes formularon ´declaraciones´ en torno a lo sucedido, la situación requería no solo de declaraciones sino de exigencias concretas hechas no solo al gobierno sino a la empresa REPSOL. Todo ello avalado no por dos gremios, sino por el conjunto todo del empresariado. Eludir esta respuesta contundente y corporativa no termina precisamente por ´defender´ el modelo con la firmeza debida.
Hay una figura retórica que explicaría las inseguridades del empresariado: la sinécdoque. Para decirlo simplemente, aquella figura retórica donde la parte es vista como el todo. Y al parecer todos han sentido temor de asumir los deberes del gobierno y de la empresa española.
Parece haberse olvidado que hablando desde la semiótica de Peirce: “los signos no son lo que son sino lo que parecen”. Y para la percepción popular –y dado el tiempo pasado y las ineptitudes ocurridas– los culpables ya tenían nombre. No cabía, pues, la actitud timorata. Se requería más.
“Exhortamos… Hacemos un llamado… Invocamos…” son voces inexpresivas ya ante los hechos. Precisamente tal vez sea este el momento para hablar con verdades. Pues solo la verdad integral –dicha con la firmeza de la que hablábamos antes y más allá de la circunstancia– permitiría que se entienda que los modelos son perfectibles, como todo en la vida; que los derrames petroleros se han dado también en la selva por parte de la empresa pública y privada; que no podemos seguir en el juego de las sillas giratorias entre funcionarios del Estado/consultores/organismos reguladores/proveedores; y que, finalmente, entendamos que todo este tema particular de petróleo debemos mirarlo con los ojos ya del cambio de la matriz energética. Así entenderíamos el disparate que significa haber botado la plata en Talara y entenderíamos que una empresa como Petroperú está de más.
Como en el Fausto, es imposible abdicar de saberes y principios simplemente por gozar de las mieses inmediatas de la vida placentera.