Un tema tabú, del que no se habla
Hace de eso 60 años, retomé por mi cuenta esa pregunta de Jorge Basadre, intentando responderla en el diario Expreso donde había entrado como editorialista. Hoy, amable lector, exactamente seis décadas después, me la vuelvo a plantear y respondo sin quitarle una línea. Lamentablemente. Es la tercera entrega que les hago de esa época. Y dada la casualidad, haré una pequeña digresión. Acaba de presentarse en Lima el pasado 27 de setiembre, la vida, obra y pensamiento del fundador de Expreso, Manuel Mujica Gallo, un gran trabajo a cargo de sus hijos, con un título epónimo. Ramón me pidió el prólogo sabiendo el enorme aprecio que le tuve a su padre —hacendado y escritor a la vez—. La obra alcanza tres volúmenes que los invito encarecidamente a leer por dos razones. Primero, Mujica Gallo era un gran patriota, un terrateniente patriota, y es hora de que se conozca lo que hizo por el Perú, su generosidad. Y luego, como lo dije en el prólogo, porque la obra, que tiene emoción y erudición, aspira a ser a la vez una crónica personal y una versión histórica lejana y contraria a la historia convencional.
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¿Ha sido útil la República?
A todos los problemas políticos actuales es posible resumirlos en una sola pregunta: ¿Ha sido útil la República? Subdesarrollo, analfabetismo, dependencia económica. Bajos niveles de vida y de consumo. Carencia de coherencia nacional. Fragmentarismo cultural y psíquico. Ausencia de un gran ideal nacionalista. Exilio o frustración de la elite intelectual refugiada en las utopías sociales. Preponderancia de lo regional sobre lo nacional. Crisis de la clase dirigente, crisis de la derecha peruana. Desarraigo espiritual colectivo evitando las tradiciones, en busca de un cosmopolitismo vacuo. Esto y más es el resumen del balance de más de siglo y medio de vida republicana. En las grandes unidades culturales e históricas peruanas, cuyos antecesores son el Incario y la Colonia: ¿cuál es el fruto de la República? Es preciso, a esta altura de los tiempos, ensimismarse en la tarea de un arreglo de cuentas con nuestro legado, con nuestra obra de país sin tutelas políticas. Imagen que parecemos ofrecer al mundo a partir de 1821.
Es preciso un balance, un alto en el camino. Una mirada a lo que somos. A lo que pretendimos ser. A lo que quizás no lleguemos a ser ya, si no cambiamos de paso y si seguimos marcando el ritmo zigzagueante y de cíclico regreso a los viejos problemas sociales y políticos del Perú del siglo XIX —militarismo y civilidad, Cáceres y Piérola, elites conservadoras versus la ola popular democrática— y a los que hoy no hemos logrado aún dar solución, al menos dentro de las instituciones republicanas. Esta es la invitación al autoconocimiento, claro, frío, sin mitos ni ideologías, hecha tanto a los eufóricos como a los adormecidos. ¿Cuál es el nudo del problema? ¿Tan sólo la estructura social del país? ¿Nuestra presente crisis nacional puede explicarse sólo por algunos hábitos colectivos, alguna influencia de líderes o caudillos personales, aislados ¿Sólo por el factor económico, o el psicológico, o el histórico? Están en crisis hoy, en el mundo de las ideas contemporáneas, las sociologías monistas del siglo XIX. Las que querían explicar los mecanismos de cambios en las sociedades a través de la influencia de un solo factor, clase, raza o medio geográfico.
Hay algo que todo hombre peruano, derechista o izquierdista, aprista, comunista, democristiano, belaundista, socialprogresista, puede responder. Un tema al que se ha dado ya, si no una respuesta clara, sí algunas formas de opinión en los libros clásicos que han marcado la preocupación por el Perú en cada generación, como son El Perú contemporáneo de García Calderón, Horas de lucha, de Manuel González Prada, o en las obras de Mariátegui, de Porras, Víctor A. Belaunde o Haya de la Torre. Una pregunta que unificaría a Ravines con Huamantica, el líder rojo sindical del Cusco. Una misma interrogación con reacciones distintas para José Luis Bustamante y Luis A. Sánchez. Y esa pregunta a la que Jorge Basadre ya le ha dedicado un ensayo magistral con el título de «Para qué se fundó la República», no expresa otra cosa que la preocupación, la angustia general, esta vez de veras patriótica que indaga por el porvenir de la fórmula republicana. Lo que equivale a decir: ¿Cuál es el futuro del universo social peruano y su modo de organizarse tal como lo conocemos, en sociedad regida por la voluntad general, el voto representativo y la existencia de los tres poderes públicos, separados y autónomos?
No es extraño que en este instante histórico surja una encuesta tan necesaria como ésta. ¿Creen en la República, en la utilidad, en la necesidad, en la firmeza o el éxito de sus instituciones, el estudiante, el hombre de negocios, el artista, el campesino, el obrero, el empleado público? ¿Acaso no es vox populi, que se duda de las ventajas del sistema parlamentario, del sistema de partidos, de las mismas elecciones libres? Ya por fatiga democrática o por sentido realista al ver que estas maneras colectivas republicanas no conducen ni a la paz ni al infierno del cambio, sino al regreso desalentador y deprimente del mismo caos y de la idéntica parálisis partidaria y la frustración de generaciones de peruanos. Si se duda de estos supuestos, se duda del mismo esquema que se instaló solemnemente el 28 de julio de 1821. Si es así, si hay quienes consideran que no sólo nuestra crisis alcanza los niveles económicos y sociales del país y que es urgente organizarse colectivamente de modo distinto, es preciso que fijen de una vez y para siempre esa incertidumbre. No se trata de si la República ha de sobrevivir con signo de izquierda de algún grupo partidario o con un estilo de República señorial, aristocrática y de derecha. Se trata simplemente de saber si debemos seguir echando los vinos nuevos en los viejos odres. La interrogación, pues, es ésta: ¿La República tal y como la plantearon sus fundadores, se acerca a su fin? ¿La institución de una República democrática, parlamentaria, representativa, centralizada, conviene o no al bien público?
Es tiempo de que sepamos, o nos preguntemos al menos, si tales instituciones, tales regímenes, tales ideas o creencias de filosofía política, tales valores históricos han dado o no buenos resultados a la nación. Esta es la pregunta de estos años y es tema tabú, del que no se habla, porque responderlo es intentar darle un sentido, un significado, a la totalidad de nuestra vida colectiva. (Expreso, viernes 7 de setiembre de 1962. Reeditado en Pasado presente. Del tiempo aleve: crónicas de los 60, editado por SIDEA en el 2001, pp. 109-111)