Nuestra política exterior ha perdido el rumbo
No hay nada más trágico para la política exterior de un Estado que no saber por donde será proyectada su vida internacional. Alberto Ulloa Sotomayor, el más grande internacionalista del Perú del siglo XX, sostenía que era imprescindible que el país tuviera muy claramente una posición, y no dos o tres, sobre lo que quiere o busca en el marco de la sociedad internacional. Por eso escribió su monumental Posición Internacional del Perú, que sirvió para que el país se mire en el espejo y tome la decisión de hacia qué dirección desea proyectarse. Cuando los Estados se hallan desorientados, como es el caso del Perú, la consecuencia más grave es que tienden a mostrar su dispersión en la ausencia de eficacia en conseguir determinados objetivos como Estado Nación, poniendo en riesgo los intereses nacionales que siempre deben ser lo más importante de un Estado. El Perú en verdad no tiene hasta la fecha un rumbo conocido y coherente. En los casi tres meses del nuevo gobierno nacional, el Ministerio de Relaciones Exteriores ha contado con dos cancilleres que no atan ni desatan.
Mientras tanto nuestra diplomacia de carrera sigue sin rumbo y más bien concentrada en un proceso de ascensos que por enésima vez vuelve a mostrar un sistema de calificación insostenible porque la tercera nota o de concepto, ha sido la ventana abierta para promover los ascensos de los amigotes, frustrando las legítimas aspiraciones de aquellos funcionarios de Torre Tagle que se han esforzado por hacer una brillante carrera, quedando al final frustrados y con un Servicio lleno de gentes de heridas o resentidas y no precisamente por el capricho sino por las escandalosas decisiones realmente marginales, impropias de una institución siempre estuvo acostumbrada a premiar la capacidad y la eficiencia.
En el asunto de las vacunas realmente nos hemos dormido en nuestros laureles, si acaso esa es la exacta adjetivación que corresponde a la ciclópea negligencia torretaglina. Solo está vacunado un tercio de la población nacional y esa realidad nos obliga a acelerar el paso, pero articulando con una mirada realmente clara de los sucesos que vienen y lo digo con absoluta objetividad. Dejamos pasar enormes oportunidades para conectarnos de la mejor manera con aquellas economías que cuentan con la vacuna. Hemos dejado a la suerte nuestra vinculación con las empresas farmacéuticas porque Lima no dicta instrucciones a nuestras embajadas, representaciones permanentes y hasta a los consulados. Ese tamaño de desidia pasa porque se renuncia a practicar una verdadera estrategia a nuestra política sanitaria y a la proyección internacional que por supuesto no existe. Estamos creyendo que al haber sido inoculados un tercio de la población nacional entonces todo está cambiando. En cualquier momento va a sorprender a los peruanos la tercera ola de la Covid-19, y nos puede coger mientras seguimos con desesperación querer volver a las actividades presenciales.
Hasta ahora no nos mostramos coherentes con la política exterior que el Perú siempre ha mostrado con diplomáticos de primer nivel. Nada de eso está pasando. Al contrario, lo más probable es que todos los desatinos cometidos, incluido el último de pretender nombrar embajador del Perú en Panamá al señor Richard Rojas, y ahora colocándolo en Venezuela, y con una orden de impedimento de salida del país, la verdad es que nunca he visto a Torre Tagle penosamente en la raya. Alguien tiene que parar todo el desastre de nuestra política exterior que por supuesto no tenemos. Nuestras vinculaciones en los espacios estratégicos del globo, han quedado de lado porque nuestra agenda diplomática se ha vuelto una de naturaleza circense. La sobriedad que hemos conocido del ministerio de Relaciones Exteriores y que era nuestra fortaleza para mostrarnos al mundo, comienza a ser parte del olvido por los peruanos de a pie, y lo que más preocupa es que el tamaño de los disparates cometidos afecten seriamente nuestra proyección internacional con una factura que de todas maneras el país tendrá que cobrar a los irresponsables de llevarnos al abismo, alejados de la política internacional que tampoco ahora existe.