Lo que pudo y puede ser el crecimiento económico
En abril del 2015, con ocasión del IX Foro Internacional de Economía Quo Vadis Perú, que organizaba anualmente en mi condición de director ejecutivo del Instituto de Economía y Desarrollo Empresarial (IEDEP) de la Cámara de Comercio de Lima (CCL), presenté como conferencia magistral de apertura la ponencia “Agenda Económica 2016-2021”. Esta conferencia fue editada como libro, en enero del 2016, por la CCL con el título “Perú, Programa Económico 2016-2021. El desafío es crecer”, que se entregó a Pedro Pablo Kuczynski en su condición de presidente electo, como aporte concreto a lo que se podía ejecutar en el país en el quinquenio que le tocaba dirigir, convencidos que la propuesta presentada aseguraba crecimiento alto de cara al bicentenario como república y ponía al país en ruta hacia un país del primer mundo.
En concreto se presentaba tres escenarios de crecimiento económico para el periodo indicado: el deseado, con una tasa promedio anual del producto bruto interno (PIB) de 7%; el intermedio con 5%, tasa similar a la potencial de ese entonces que era 4.5%; y, el pesimista con 3%, tasa ligeramente mayor al 2.4% del 2014. Se calculaba en qué medida con estos ritmos de crecimiento el PIB per cápita del país se acercaba el 2021 al mínimo para ser considerado del primer mundo. El 2014 este indicador en el Perú llegaba en términos de paridad de poder de compra (PPC) a US $11,989, 50% del correspondiente al nivel más bajo de un país desarrollado en ese año (US $23,903). Veamos los resultados.
Empecemos con el calificado como pesimista (3%) pues es lamentablemente lo que al final sucedió. Con esa tasa de crecimiento se calculó que al 2021 el PIB per cápita llegaría a US $13,563 (PPC), que representaría el 52.2% del pertinente para ese mismo año al de un país del primer mundo (US $25,970), es decir, se ganaría apenas 2.2 puntos porcentuales (pp.) respecto del año base 2014; en ese escenario, sin considerar los programas sociales, el 25% de la población estaría en condición de pobreza. Resultó que el crecimiento promedio anual del periodo 2015-2019 fue efectivamente de 3.2%, con un nivel de pobreza al 2019 de 20.2%, incluido el efecto de los programas sociales. Como sabemos el 2020 a consecuencia del pésimo manejo sanitario y económico ante la presencia del Covid-19 la economía decreció 11.1% y la pobreza se disparó a 30.1 %, para luego rebotar el PIB el 2021 con una tasa de 13.3% y bajar la pobreza a 23.9%, muy cercana esta última a la estimada en nuestro escenario pesimista. Terminó siendo un quinquenio perdido en términos económicos y con tendencia a profundizarse y agravarse como lo hemos explicado en otros artículos editados en este portal, a menos que se haga un giro sustantivo en línea con lo que presentaremos luego.
El escenario intermedio, que tomaba prácticamente como tasa de crecimiento del PIB (5%) la potencial (4.5%) de ese entonces (2014), conducía por cierto a mejores resultados. El PIB per cápita en términos PPC ascendería el 2021 a US $15,518, que representa el 59.8% del propio de un país del primer mundo ese año, es decir, una mejora en casi 10 pp. respecto del porcentaje que tenía el 2014; en ese contexto, la pobreza se reduciría llegando a 15.4% de la población, con lo que poco más de 2,4 millones de personas saldrían de esa crítica situación.
En cuanto al tercer y último escenario, el calificado como optimista (7%), es importante tener en cuenta que la tasa utilizada está por debajo de la que en promedio se alcanzó entre el 2006 y 2008 (8.6%) y más baja aún que la lograda en el periodo 2006-2010 que fue de 8.8% (excluyendo el 2009 que se creció 1% por el impacto de la crisis mundial); por tanto no era nada inalcanzable, era perfectamente viable si se hubiese aplicado el programa que se sugirió y que detallamos luego.
Con la tasa del 7% promedio anual entre el 2014 y 2021 el PIB per cápita medido en PPC habría llegado a US $17,709, 68% del pertinente al nivel más bajo de un país del primer mundo que como se indicó estaría ese año en US $25,970, es decir el Perú se ubicaría apenas un tercio por debajo. A este ritmo de crecimiento la pobreza bajaría a 6%, 18 puntos porcentuales menos que la actual; con ello alrededor de 6 millones de peruanos hubiesen dejado de ser pobres. Una vez más se tuvo la posibilidad con base en un crecimiento económico alto y sostenido de reducir de manera significativa el agudo problema de la pobreza y atender otros temas igual de relevantes como la equidad en la distribución de oportunidades, a la par con darnos cuenta del enorme costo social que ha significado para el país no haberlo logrado y estar hoy en una crítica situación social, económica y política.
El programa económico elaborado se sustenta en la aplicación de manera simultánea e integral de dos aspectos centrales: los cimientos del crecimiento, que comprende la estabilidad macroeconómica y las instituciones; y, los motores del crecimiento, referidos a la inversión y la productividad. En cuanto a la estabilidad económica se señaló la enorme importancia de mantenerla y en ese sentido se puso el énfasis en cuatro temas: la política monetaria-cambiaria para que la inflación se ubique en el rango meta del BCR (1%-3%); la política fiscal-tributaria –con una reforma tributaria de por medio– para garantizar la sostenibilidad fiscal con déficits reducidos o mejor aún superávit; vigilar la evolución de la balanza comercial y de servicios; y, como cuarto tema, los niveles de deuda tanto pública como privada.
Respecto de las instituciones, se tornan claves tanto para consolidar la economía social de mercado como la democracia, hoy tan debilitada y frágil. Se trata en lo sustantivo de velar por el imperio de la ley, el estado de derecho y la estabilidad jurídica; la propiedad privada; la libertad de los agentes económicos de actuar e interactuar; y, que la información y comunicación sea universal, transparente y oportuna. Para que esto sea realidad es determinante el rol que tienen los tres poderes del estado y por tanto su indispensable reforma para que su actuar sea consonante con el esquema planteado. A la par con ello y sin que ninguno de los organismos que lo integren pierda su autonomía se sugirió formalizar la creación del Consejo de Estado, integrado por la máxima autoridad del poder ejecutivo, legislativo y judicial, el fiscal de la nación, el defensor del pueblo y el contralor, a fin que puedan articular y coordinar acciones que requieran su conocimiento y gestión.
Fortalecer los cimientos del crecimiento es condición necesaria pero no suficiente para crecer a tasa alta y sostenida, es indispensable además mover los motores del crecimiento como son la inversión y la productividad. En cuanto al primero, es necesaria tanto la inversión pública como privada, en particular esta última pues explica poco más del 80% de la inversión total del país. Lo sustantivo, a más del aspecto institucional antes comentado, está en alcanzar un óptimo ambiente de negocios, incidiendo en lo específico en mejorar los diez indicadores que contempla el estudio anual Doing Business (Haciendo Negocio) que hace el Banco Mundial. Particular atención en el tema de la inversión hay que otorgar a lo concerniente a la infraestructura y lo relacionado con el sector exportador.
El aumento permanente de la productividad, lo hemos dicho en múltiples oportunidades, es el factor clave para garantizar crecimiento alto con visión de mediano-largo plazo, pues los problemas que enfrenta el país no se resuelven en el corto plazo; es, además, un aspecto vital para la propia rentabilidad de las inversiones e indispensable para resolver la alta informalidad laboral y empresarial. En concreto nos referimos a la llamada productividad total de factores (PTF), que es la contribución que hace al proceso productivo todo aquello que con excepción del trabajo y el capital interviene directa e indirectamente en dicho proceso; por cierto la PTF se relaciona e interactúa con la propia productividad laboral y la del capital.
Similar a lo recomendado para potenciar la inversión, en el caso de la productividad la acción específica está en resolver los cuellos de botella que enfrentan los doce pilares que comprende el Foro Económico Mundial (WEF) para elaborar el índice de competitividad global; esto tiene relación directa con las reformas llamadas de segunda generación y que están pendientes de realizar, como son la reforma laboral, de la salud, educación e innovación, ciencia y tecnología, por mencionar las más relevantes, a más por cierto de la que indicamos en el tema de las instituciones, en particular la del poder ejecutivo, para en lo concreto eliminar trabas y barreras burocráticas, simplificar procesos, digitalizar todo los sistemas e introducir la “meritocracia” en todo lo concerniente a contratación y evaluación de personal.
Un programa económico de este corte que se recomendó implementar para el quinquenio 2016-2021, que desafortunadamente no se realizó, pudo haber puesto al país muy cerca de lo que es un país del primer mundo. Por ello en las circunstancias actuales, sin pecar de iluso o exceso de optimismo, hay que perseverar en la búsqueda de hacerlo realidad dado que garantiza retomar y mantener tasa alta de crecimiento del PIB, con incremento de empleo adecuado, reducción sustantiva del subempleo, pobreza e informalidad y mayor equidad en la distribución de oportunidades, en definitiva aumento sostenido del bienestar nacional.
Al lector que quiera profundizar en lo brevemente presentado puede hacerlo recurriendo al libro mencionado al inicio y con mayor detalle a otro de mi autoría “Política económica y crecimiento” (2017) editado por Producciones Cantabria como publicación exclusiva del diario Gestión.