Las declaraciones desatinadas e inoportunas del ex canciller
En las últimas semanas se vivió una tensa situación por lo que se entendió como una ofensa a la Nación. Fue a raíz de algunos innecesarios comentarios de agravio a la Marina de Guerra del Perú, hija, heredera y custodia de la memoria, respeto y grandeza de la imagen de don Miguel Grau Seminario, quien a su vez simboliza y encarna todos los valores cívicos y militares de nuestra Nación.
Las expresiones vertidas por el ahora ex canciller, además de desatinadas y del todo fuera de lugar, mostraron una desconocimiento esencial de lo que es el terrorismo; por lo menos de lo que fue esa experiencia en el país, siendo evidente que no puede entenderse como una creación “supranacional”. Esas declaraciones podrían entenderse como un olvido o intento de no reconocer lo que el país sufrió durante esa tristísima y larga década en la que se nos desangró. Y en la que murieron no solo militares en acción, sino también civiles humildes y ajenos a esa realidad de supuesta lucha por la justicia, que más bien los empobreció, aisló y marginó aún más de una vida con futuro en paz y progreso.
Felizmente, hoy soplan nuevos vientos en nuestra bicentenaria Cancillería, y la responsabilidad de conducir los destinos de las relaciones internacionales, recae sobre uno de los miembros de Torre Tagle con más experiencia y formación.
Lo cierto es que esas declaraciones, que quisiéramos no se hubieran realizado, no solo podrían ser entendidas como desatinadas, inoportunas, innecesarias y sin conocimiento de la realidad, sino que enfrentan una vez más a la población. Ofenden a quienes por cumplimiento del deber llevaron a cabo una misión y que dentro de esa misión, propia de su esencia institucional, debieron haber sufrido y de hecho sufrieron en todos los aspectos: en lo profesional y en lo personal, en lo material y en lo moral. No olvidemos que entre los miembros de las Fuerzas Armadas, y en este caso de la Marina de Guerra del Perú, hubo quienes ofrendaron su vida (sus familias quedaron partidas y destruidas), desaparecidos y una generación golpeada por la realidad que les tocó vivir, pero indemne en el espíritu de servicio a la Patria.
Al margen de ello, y aun cuando pudieran haberse dado eventuales actos no autorizados, es muy grave que quien ostenta autoridad y tiene el privilegio de servir a la sociedad pretenda y difundir una visión de nuestra historia sin el sustento suficiente. Nuestra historia, con momentos de oscuridad, es una historia de gloria, de riqueza, tenacidad y lucha. Y en ese desarrollo, los hombres de armas han jugado siempre un papel de importancia, secundados, sin duda, por miles de ciudadanos y civiles comprometidos con el fortalecimiento de la República, a través de la legalidad y el cumplimiento de lo que establece nuestra Carta Magna.
Al herir a una institución fundamental, se hiere y desestabiliza la institucionalidad nacional. Y ofender a una entidad como la Marina de Guerra, es ofender a quienes son herederos del más grande de todos los peruanos, cuya heroicidad no radica en haber ofrendado la vida en el cumplimiento del deber, sino en haber vivido su existencia, en el cumplimiento de ese sagrado deber. Todos sabemos que don Miguel Grau no es patrimonio moral ni histórico exclusivo de la Marina, es el referente de todos los peruanos. Es la persona en quien vemos encarnados la valentía militar y el civismo extremos, el deber aun por encima de la familia, la entrega por delante de todas las adversidades y la generosidad absoluta al entregarse en todo y del todo a la causa del Perú. Por ello, la ofensa es a la Nación.
Como héroe nacional lo respetamos y es obligación de todos los peruanos, sobre todo de las autoridades de turno, promover y emular los valores que personajes como Grau han encarnado y que nos dejan como herencia. Nuestra sociedad necesita referentes valederos y no construcciones ideológicas falaces ni encumbramientos de pequeños individuos que lejos de ser modelos, nos remiten a los antivalores.
Gran Almirante Miguel Grau Seminario: su legado es hoy en día de mayor vigencia y relevancia. No muera Usted nunca en nuestra memoria, no decaiga jamás en nuestra estima, no permita que olvidemos su arrojo y heroísmo y no deje de recordarnos que, en la vida civil y ciudadana, también podemos seguir su ejemplo al actuar en coherencia con lo que Usted señaló: “No reconozco otro caudillo que la Constitución”.