I
La pesadilla de Martín Alberto Vizcarra Cornejo continuó este domingo. Él –que con gran habilidad se envolvió en el discurso de la lucha contra la corrupción y lo usó para herir a sus opositores y competidores políticos- quedaba envuelto en un nuevo capítulo de la saga de corrupción que, según algunos aspirantes a colaboradores eficaces, se registró durante su mandato como gobernador regional de Moquegua.
Los titulares de los diarios más importantes del país recogían información proveniente del despacho del fiscal provincial Germán Juárez Atoche que daba cuenta de las declaraciones de aspirantes a colaboradores eficaces sobre pagos ilegales al ocupante de la Casa de Pizarro. Esta vez ya no se trataba de OBRAINSA, sino de ICCGSA y la suma anterior se había más que duplicado.
Si bien es cierto que no se puede desconocer que las declaraciones de aspirantes a colaboradores eficaces son pruebas sospechosas -en la medida en que persiguen la reducción de sus responsabilidades-, no lo es menos que las exigencias de corroboración se han ido haciendo cada vez más intensas. Así que solo quedan dos opciones: a) los aspirantes a colaboradores eficaces han tomado el riesgo de perjudicar su posición procesal o b) ellos cuentan con los medios necesarios para sacar adelante su propósito. El tiempo dirá cuál de estas opciones es la real.
II
El ocupante de la Casa de Pizarro asumió el riesgo de presentarse, nuevamente, en un programa dominical. No tuvo la suerte de la vez anterior. El periodista estuvo mejor preparado y más dispuesto a extraer la verdad. Fue penoso ver a un entrevistado balbuciente que, con evidente desesperación, trataba de escapar de las preguntas que se le planteaba.
Uno de los pasajes más curiosos fue su incapacidad de brindar razones válidas que justificasen sus visitas a las oficinas de OBRAINSA. Era penoso verlo no dar con una sola razón que explicase por qué un funcionario político cumplía las tareas propias del supervisor de la obra. Lo único que quedó claro fue la ausencia de motivos válidos para esas visitas. La duda se vio reforzada.
La situación llegó a ser alucinante cuando lo confrontaron con sus declaraciones acerca de que no conocía ni nunca se había reunido con Antonio Camayo y le pusieron en pantalla la fotografías en las que se encontraban ambos. Su respuesta más creativa fue insinuar que la fotografía había sido trucada. Luego dijo que había hecho muchos viajes al interior y en ellas se había tomado muchas fotos. El periodista no lo dejó escapar al hacerle ver que esa foto no podía haber sido tomada en un viaje al interior, lo que fue replicado con un balbuceo ininteligible.
III
Ha quedado claro que la estrategia de Palacio de Gobierno es negar todo. Pero, los hechos son obstinados. La pregunta que corresponde hacerse, en medio de esta situación de altísima incertidumbre, es por dónde habrán de decantarse los acontecimientos. Ciertamente, no es sencillo saberlo. El conjunto de variables a tener en cuenta es demasiado amplio y la volatilidad de la política peruana no contribuye a hacer previsible lo que viene.
Si algo sabe hoy Martín Alberto Vizcarra Cornejo es que no son grandes las posibilidades de seguir en libertad una vez que deje Palacio de Gobierno. El riesgo es muy alto para él con la catarata de revelaciones que está llegando. Se ha refugiado en una teoría de la conspiración, según la cual, unos supervillanos escondidos en las sombras pretenden castigarlo por haberse atrevido a cambiar el statu quo.
Inclusive volvió a soltar el brulote de que grupos parlamentarios le habían pedido postergar las elecciones, que se veían en peligro si es que él es sacado de Palacio de Gobierno. Lógicamente, cuando se le preguntó por nombres no pudo identificar a los pedigüeños y acabó diciendo que era innecesario hacerlo porque ya estaban convocadas las elecciones.
IV
La más peligrosa insinuación que hizo fue que alguien quiere debilitar la democracia peruana. Sin saberlo, el ocupante de la Casa de Pizarro citó a Carl Schmitt, a quien –en plena efervescencia del movimiento nazi en Alemania- se le ocurrió decir que el guardián de la Constitución –y, por tanto, de la democracia- era el jefe del Estado. Nadie acepta esa tesis nazi hoy.
Pero, el hecho de que el presidente de la República no sea el guardián de la Constitución –y de la democracia- no niega que puede convertirse –como lo hemos visto desde marzo de 2018 hasta hoy- en su más grave amenaza. Sobre todo, si es que posee una vocación expansiva a la que adhieran otros poderes públicos u órganos constitucionales autónomos.
Aunque pasó desapercibido en medio del linchamiento a Manuel Merino de Lama, este gobierno ha devuelto el carácter deliberante a las fuerzas armadas. En un rocambolesco razonamiento, los jefes de las fuerzas armadas denunciaron que el presidente del Congreso se había comunicado con ellos, en pleno proceso de vacancia presidencial, amenazando su carácter no deliberante. Acto seguido, se colocaron detrás del presidente del Consejo de Ministros en un mensaje a la Nación, como muestra de su tenaz oposición a ser llamados a deliberar.
Epílogo
Sun Tzu advirtió siempre que el buen guerrero debía abstenerse de colocar a su adversario en terreno de muerte. Su argumento era simple: colocado en terreno de muerte, el adversario pelearía por su vida, dificultando en grado sumo la victoria. Muchos han cometido el error de subestimar a Martín Alberto Vizcarra Cornejo y pagaron muy caro por eso. No es un buen gobernante, pero es muy efectivo para lograr sus propósitos. Supo cultivar una alta popularidad y, después, concentrar todo el poder del Estado. Hoy, con la oleada de denuncias que estamos viendo, su salida de Palacio de Gobierno le plantea un grave riesgo para su libertad. Así que cabe preguntarse: ¿él es una verdadera garantía de elecciones libres en abril de 2021?