Las ideas totalitarias colectivistas apuestan por los algoritmos del Big Data
El fantasma totalitario y colectivista ha vuelto a cobrar vigor planetario y amenaza nuevamente con limitar criminalmente nuestras libertades y destruir nuestra civilización. Es aquel que se encuentra en el origen de los 60 millones de muertos durante la espantosa Segunda Guerra Mundial, y que además cobró la cifra de 150 millones de ciudadanos, inocentes y desarmados, asesinados por sus propios estados totalitarios sin que haya guerra exterior, durante todo el siglo XX y parte del siglo XXI. Fascismos, comunismos y socialismos, todos totalitarios colectivistas, abonan a esa macabra cuenta.
Estos tiempos pandémicos han justificado muchas medidas de emergencia, adoptadas por los gobiernos del mundo y aceptadas en gran mayoría por sus ciudadanos. Tales medidas han restringido derechos individuales y se entiende que se mantendrán mientras no se supere del todo la emergencia sanitaria.
Sin embargo, el uso de alta tecnología para acompañar el cumplimiento de estas medidas, aparece amenazando el derecho a la privacidad, incrementa una represión estatal cada vez más difícil de justificar y propicia el tráfico intenso (compra-venta) de información personal (en el límite de lo ilegal e ilegítimo, cuando no traspasando tales límites), autorizado con las argucias de la letra pequeña y “los términos y condiciones del servicio” que no tienen matices ni alternativas. El auge definitivo de las redes sociales, los monederos electrónicos, la gran cantidad de aplicativos para smartphones, las conexiones on-line sincronizadas, así como los procedimientos biométricos de control social en el espacio público, se cuentan entre esa alta tecnología que ha mejorado dramática y eficazmente nuestras vidas, pero frente a la cual debemos estar vigilantes por sus potenciales riesgos.
Teniendo en cuenta que, a estas alturas del siglo XXI, hay quienes pretenden ignorar aquello que ha sido demostrado largamente, debemos traer a la mesa el “Teorema de la imposibilidad del socialismo” formulado por Ludwig Von Mises y su discípulo Frederick Von Hayek hace más de un siglo. En referencia a la imposibilidad de una eficaz gestión colectivista y totalitaria del mercado por parte de una autoridad central, cuatro elementos fundamentales sostienen su demostración: 1) Grandes volúmenes de información no pueden ser procesados por un comité central en un tiempo limitado; 2) La información requerida es sobre todo de tipo subjetivo, está dispersa en millones de mentes y no está estructurada; 3) La dinámica de los procesos económicos incluye información cuya existencia aún no sería evidente para los actores; 4) El carácter coactivo de la intervención estatal en el sistema económico corta, distorsiona y corrompe los circuitos de generación, transmisión y validación de la información necesaria. Cuidado. La lucha por el poder de controlar esa coacción violenta destruye a la sociedad.
¿Cómo se relaciona esto con la amplia y extendida difusión de las nuevas tecnologías de la información y las telecomunicaciones? Pues están surgiendo voces que pretenden la “perfección” del totalitarismo colectivista con sofisticados algoritmos bajo el enfoque Big Data que serían capaces de brindar soporte informacional eficaz para aquello en lo que siempre fracasaron -sin excepción alguna- todos los totalitarismos en los últimos 100 años: controlar los procesos económicos y someterlos violentamente al poder político mediante un ultra sofisticado aparato represivo. China continental parece ser el gran laboratorio experimental de este sombrío futuro. Por supuesto, con falaces “buenas intenciones” y siempre a nombre “del pueblo”. Se trataría de una nueva utopía (digital), tan nefasta y liberticida como aquellas otras que propugnaban intelectuales, ideólogos y falsos luchadores sociales que en su momento fueron funcionales como soporte fundamental a los fascismos, comunismos y socialismos del siglo XX.
Este panorama nos obliga a levantar permanente alerta. Los derechos individuales deben tener un enlazamiento virtuoso y directo con los derechos colectivos, nunca una relación hostil que destruya a aquéllos en nombre de éstos. Suelen hacerlo invocando una falsa defensa del “bien común”, definido al antojo y conveniencia de los totalitarios colectivistas de turno. Las nuevas tecnologías en esta dinámica, acelerada y sorprendente era del conocimiento, deben sustentar un incremento sostenible del bienestar y el desarrollo humano de los ciudadanos, impidiendo un sometimiento esclavizante de ellos por parte del totalitarismo colectivista.