El bochornoso espectáculo de los últimos días, el allanamiento de decenas de viviendas y oficinas de congresistas y ex altos funcionarios del corrupto gobierno anterior, es un síntoma de la podredumbre de un sistema político que está en ruinas.
La ínfima calidad del Congreso, integrado mayoritariamente por iletrados y delincuentes, es consecuencia de 1) la destrucción de los partidos políticos; 2) las reformas políticas del Lagarto y la coalición vizcarrista y; 3) la tendencia de los electores a elegir a los peores entre los candidatos disponibles.
1) Los partidos entraron en crisis a fines de la década de 1980, situación que se reveló cuando los ciudadanos eligieron a candidatos “antipartido” en Lima en 1989 (Ricardo Belmont) y en las generales de 1990 a Alberto Fujimori. A partir de allí, con vaivenes, la caída ha sido imparable.
Un ejemplo es lo que ha ocurrido con Acción Popular, partido fundado por Fernando Belaunde a mediados de la década de 1950, hoy día convertido en refugio de malhechores y populistas de izquierda. El hecho de que un individuo de la catadura de Yonhy Lescano fuera su líder y candidato presidencial elegido por sus militantes en los últimos comicios, muestra la absoluta decadencia de un grupo político que fue respetable y jugó un papel importante en la política peruana durante medio siglo.
Como se sabe, en los últimos años tomaron el control del partido una caterva de malandrines que lo usaron como vehículo para capturar alcaldías y gobernaciones, a fin de hacer lo que ya es habitual, saquear los recursos públicos. Esos mismos pillos son los que manejan las elecciones internas haciendo votar a su clientela. Así nominan también a los candidatos al Congreso.
Por eso la casi totalidad de los actuales congresistas de AP están involucrados en las investigaciones fiscales, al haber participado en la red de corrupción capitaneada por el delincuente recluido en la Diroes.
Un caso notorio es el de José Arriola, al que acaban de descubrirle fajos de dólares y soles escondidos bajo el colchón. Ese individuo era un funcionario de tercera categoría en el municipio de Ate, completamente desconocido. Impelido por la camarilla que controlaba ese distrito, se convirtió en el número uno de la lista de AP en Lima. Un ejemplo de la ruina de ese partido.
2) Y también una muestra del fracaso de la estúpida idea de los caviares que para reformar los partidos se necesita más participación de “las bases”. Lo ocurrido en AP es una prueba de a dónde puede conducir ese aumento de la participación.
Precisamente otro de los factores que han llevado a esta crisis son las reformas diseñadas por los caviares, el grupo “pensante” de la coalición vizcarrista. Ellos impusieron normas delirantes, como la que establece que la totalidad de los electores peruanos deben votar obligatoriamente para designar a los candidatos de los partidos, ley vigente pero en suspenso.
El resultado de la no reelección de congresistas ya se puede apreciar en el actual parlamento, así como la similar que prohíbe la reelección de alcaldes y gobernadores. Todo destinado a hacer más difícil aún la conformación de partidos políticos y de líderes experimentados y con trayectoria.
Por último, pero no menos importante, es la tendencia de los electores a votar por los peores, cuando se les da la oportunidad. Contrariamente a lo que algunos ingenuos creen, la mayoría de ciudadanos no vota racionalmente, es decir, después de una cuidadosa evaluación de qué es lo que más les conviene.
En verdad, en el voto intervienen decisivamente las pasiones –odio, resentimiento-, los electores son propensos a favorecer a los demagogos y caudillos populistas que ofrecen la felicidad a la vuelta de la esquina, y son influenciados por la propaganda más estridente.
De esa manera, si no hay partidos establecidos, que ofrezcan opciones razonables, sino pandillas de facinerosos que organizan “partidos” —o los capturan como en el caso de AP— para asaltar el erario público, no hay solución posible a la crisis.