Palacio de Gobierno se ha convertido en un “panic room”
De acuerdo con las últimas encuestas de opinión, la Presidencia de la República tiene el desgaste de un gobierno de salida, cuando recién ha cumplido su primer año de mandato. Las razones del rápido desplome saltan a la vista: la centralita lobbista de Breña, los dólares encontrados por la Fiscalía en Palacio de Gobierno, parientes prófugos de la justicia, más lobistas, un secretario presidencial nombrado colaborador eficaz, cinco investigaciones fiscales al presidente, ministerios bajo piloto automático sin dirección, cuatro gabinetes que suman más de cincuenta ministros (muchos de ellos cuestionados) y un premier que más resta que suma en la administración pública. El diagnóstico revela un presidente sin capacidad de convocatoria y en una coyuntura política que carece de predictibilidad, en la que la ignorancia es tan atrevida que no sabe qué hacer desde el Ejecutivo y cómo hacerlo en desgobierno.
Si el jefe de Estado no presenta su renuncia, el gabinete y los congresistas del oficialismo deberían dar un paso al costado. De no hacerlo, complicará en el futuro su posibilidad de alcanzar la condición de colaborador eficaz ante el Ministerio Público. La caída del jefe de Estado producirá un efecto arrastre para todo su entorno político y familiar. La resistencia para presentar su renuncia al Congreso descompone la poca institucionalidad que nos queda para afrontar una coyuntura adversa en lo político, económico y social. El problema de su terquedad perjudica a todos los ciudadanos, y no parecen importarle las consecuencias para un país con una deuda histórica en los campos de la salud, educación e infraestructura. De producirse una transición democrática (artículo 115 CP), la recuperación del crecimiento será imposible de realizar sin inversión extranjera. Nos costará tiempo reconstruir la credibilidad y viabilidad del país a ojos de los inversores.
La resiliencia, esa capacidad de superar circunstancias límites que nos caracteriza, juega en contra para insurgir en defensa del orden constitucional (artículo 46 CP). Una pasividad que favorece al inquilino de Palacio. Nos encontramos con un jefe de Estado que ha convertido la “Casa de Pizarro” en un “cuarto de pánico”, dónde la consigna es evitar la cárcel, pues la convicción más firme de su mandato es no renunciar y morir matando.