Para quienes resulten responsables en el Vacunagate
El escandaloso aprovechamiento de las vacunas por un grupo representativo de personalidades y funcionarios –sin preocuparles la gravedad de la salud, ni las limitaciones económicas de los peruanos– evidencia la grave crisis moral que vive el país. Una crisis que bien puede ser resumida en una palabra: corrupción. Definida en el Diccionario de la Lengua Española como la práctica en las organizaciones públicas consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores. De hecho, una actitud contraria a la ley y los principios morales.
Las circunstancias señaladas nos invitan a transitar un proceso cívico y serio para recuperar la confianza en la política, poniendo como blasón la justicia, y al amparo de la igualdad y libertad. Exigimos a las autoridades –tanto del Poder Ejecutivo, como del Legislativo y Judicial– las sanciones correspondientes a fin de evitar la impunidad. La corrupción no debe perdonarse, tampoco disculparse; la corrupción se combate, se castiga. Aquí encaja la consigna muchas veces vitoreada: ¡ni olvido ni perdón!.
José Mujica, ex presidente uruguayo, sostenía que “Hay gente que adora la plata y se mete en política. Si adora tanto la plata que se meta en el comercio, en la industria, que haga lo que quiera, no es pecado; pero la política es para servir a la gente”. En la antípoda de este pensamiento, la historia ubica a muchos otros. Es el caso del ex presidente peruano, Martín Vizcarra implicado directamente, y a todas luces, junto a su ex ministra de salud Pilar Mazzetti, en la inmunización irregular de 487 personas. En su burdo intento de exculparse y en el colmo de la desvergüenza, desvirtuando los hechos e intentando una vez más tomarnos de tontos, dirigiéndose al Congreso de la República (que en el marco de sus funciones investiga este caso), afirmó: «No se aprovechen de las circunstancias. Estamos en un proceso electoral democrático, y en las urnas es la población la que debe determinar a sus próximas autoridades. No quieran aprovechar las circunstancias para eliminar a un contendor político que les es incómodo porque actúa siempre con firmeza”
En circunstancias en que la segunda ola de la pandemia vuelve a evidenciar (por las múltiples negligencias en la estrategia sanitaria justamente del Gobierno de Vizcarra) el colapso del sistema de salud y el incremento de las víctimas, esperemos que la insensibilidad y apañamiento de las autoridades en casos como este, quede atrás. Recuperemos el significado de la vergüenza y la dignidad al aplicar la ley a los actos de corrupción evidenciados con el “tráfico” de las vacunas, y sancionemos con firmeza a los implicados.
Del mismo modo, en el marco de la responsabilidad ciudadana, y sin olvidar que nuestra propuesta hacia el futuro nace de las acciones que realicemos hoy, debemos superar el apañamiento a los amigos o allegados que actúan erradamente, asumiendo con firmeza la decisión de recuperar los valores; y en casos como el comentado, entender que algo peor que un político corrupto es un ciudadano que lo defiende. A propósito de ello, muchos siglos atrás, Epicteto de Frigia, aconsejaba: “Cuando hayas de sentenciar procura olvidar a los litigantes y acordarte solo de la causa”.