No hay equilibrio de poderes, nunca lo ha habido
Blindada ya contra la disolución “fáctica” por la nueva ley, la oposición acaricia ahora la idea de vacar una vez más la Presidencia. La ley, sin embargo, interpreta la Constitución y, por lo mismo, no está firme. El gobierno ha recurrido ya al Tribunal Constitucional y este puede declararla inconstitucional por estar en conflicto con su propia competencia como “supremo interprete” constitucional. Si la ley fuera declarada inconstitucional, todo quedaría como estaba, en un punto muerto. Pocos saben, sin embargo, que la condición de “supremo intérprete” no está en ninguna parte de la Constitución, sino solo en la ley orgánica del TC.
Pero el TC puede no tener hoy ya los cinco votos que hacen falta para declarar inconstitucional la ley con la disolución fáctica. Tampoco tiene la intención, sin embargo, de pasar por alto el desafío abierto del Congreso a lo que considera su competencia exclusiva. Esto llevaría a un nuevo conflicto de poderes ahora entre el TC y el Congreso. El TC se halla, pues, ante un dilema insoluble y probablemente decidirá no decidir. No se pronunciará sobre el asunto por ahora. Y la ley que ya está vigente seguirá estándolo mientras el TC no se pronuncie. Por lo mismo, la oposición no tiene que temer el cierre del Congreso. Es el momento de negociar.
“He venido a proponer un acuerdo, un pacto que beneficie a todos los peruanos, un nuevo contrato social, por la estabilidad, la democracia y los cambios que nos demandan, un renovado pacto constitucional”, dijo la presidenta del Consejo de Ministros, Mirtha Vásquez, al pedir la confianza del Congreso para su gabinete. Darle el beneficio de la duda es suponer que ella cree de buena fe lo que dice. Que eso sea verdad en un gobierno que tiene al comunismo de accionista es harina de otro costal. La palabra del gabinete está comprometida, no obstante. Si es falsa, hay legítima causal para censurarlo.
La vacancia sin proceso, en cambio, es un hoyo negro. Crea un vacío de poder que es llenado por algo que puede ser peor, como ya sabemos. Pero la oposición no quiere darle a la causal de vacancia por “incapacidad moral permanente” –que no está definida en la legislación peruana y significa lo que el Congreso quiera– el debido proceso que hace falta para acabar con la barbarie de la vacancia sin proceso, que nos ha llevado al lodazal en que estamos. La oposición no quiere darle a la vacancia el debido proceso que tiene, por ejemplo, el impeachment americano porque –hablemos claro– no renuncia a la posibilidad de vacar la Presidencia de Pedro Castillo.
Pero eso, solo es más de lo mismo. Pondría en Palacio a otra persona cuya Presidencia la oposición tendrá que vacar también para finalmente, como es su ingenuo plan, poner en el gobierno a la presidenta del Congreso contra la cual se levantarán los que votaron por Castillo, convencidos de que les han robado su gobierno. Ese gobierno no podrá sostenerse, como no pudo el efímero gobierno del Congreso acusado de ser producto de un golpe de Estado.
Este es el fruto amargo del conflicto de poderes permanente. Hay una falla en la arquitectura constitucional que originó nuestra democracia de baja gobernabilidad, incapaz de resolver los problemas del pueblo. No hay equilibrio de poderes, nunca lo ha habido en la historia de la República. El Congreso ha sido y es aún el “primer poder del Estado”. Solo hasta que es disuelto por el autoritarismo y el golpe de Estado, como ha ocurrido tantas veces en nuestra historia. Todo acicateado por la desconfianza y el miedo. Una y otra vez, el Congreso teme la disolución y el gobierno teme la vacancia.
Eistein decía que seguir haciendo lo mismo y esperar resultados diferentes es la definición misma del error. Es lo que estamos haciendo. Hace falta voluntad de negociar de ambas partes para detener el conflicto antes de que se convierta en uno armado. Así comenzó la guerra civil española.
Si la voluntad de negociar existiera de ambas partes, como dice querer la premier Vásquez, la solución está al alcance de la mano. Para detener este proceso degenerativo basta que la oposición –libre ya de la amenaza de la disolución del Congreso– deje de lado la idea de vacar la Presidencia, con la condición de que Pedro Castillo renuncie simultáneamente, de manera expresa y pública, a fraguar una asamblea constituyente que el Perú no necesita.
Los cambios constitucionales son necesarios, pero empezando por los que hagan posible acabar con el conflicto de poderes y terminar con la democracia de baja gobernabilidad, para poder resolver los problemas del pueblo. Lo hizo Europa luego de la Segunda Guerra. Pero Francia lo logró en la paz, al fundar su Quinta República.