Piden más poder cuando ni siquiera asumen el que ya tienen
Una vez más, el Poder Ejecutivo nos sorprende. Y utilizo esa palabra no solo en el sentido de sorpresa, sino quizá dándole un toque de sentido de audacia ya que solicitar facultades legislativas extraordinarias, en temas “tributarios, fiscales, financieros y de reactivación económica” , implicaría, cuando menos, presentar una propuesta de acción en ese sentido y un análisis que garantice que, esas reformas, lejos de incrementar solamente la caja fiscal, para uso no definido, pueda dar los resultados que se quiere. Es tan imprecisa la solicitud y tan amplia en sus intereses y significado, que podría entenderse como un salto al vacío.
En este momento, en que no se logra el equilibrio al que están obligados a llegar, entre la eficiencia que esperamos del Congreso y la responsabilidad de gobernar y conducir el país, como debe hacer el Ejecutivo, solicitar atribuciones extraordinarias es innecesario. A mi criterio, solo correspondería que ambos poderes hagan del diálogo una forma habitual de trabajo y que con propuestas coherentes, técnicas sustentadas en prioridades reales, se puedan dar normas que permitan que el país supere esta situación de aletargamiento, inseguridad y apatía en el que estamos sumergidos.
Si una de las razones que aparentemente explican y justifican, la solicitud de facultades extraordinarias, se asocian al aumento de las tasas impositivas tributarias, nos estaríamos enfrentando a la más inservible acción. En el país, la carga tributaria directa la soporta un muy pequeño porcentaje de la población, y aumentar tributos indirectos a los bienes de consumo y servicios implicaría deprimir más la ya triste economía. Y una vez más, el atraso se cierne como una sombra aterradora y serán los más pobres, los menos favorecidos, pues si se cree que las mejoras sociales y de nivel de vida se lograrán mediante bonos, hay una visión triste y muy equivocada no solo de la realidad nacional, sino también un desconocimiento casi primarioso de la economía, además de una visión paternalista y poco constructiva.
Los peruanos no quieren caridad, no quieren asistencialismo. Los peruanos quieren un futuro con dignidad y orgullo y eso se logra no con dádivas que luego, de alguna manera se les cobra, sino con fuentes de trabajo que, además, implique mejoras en sus comunidades. Parece que aún no se entiende que la reactivación económica no pasa por la limosna, pasa por el ejercicio del derecho al futuro que se logra con el esfuerzo del trabajo.
Si tan solo hubiera eficiencia, por ejemplo, en los procesos de adquisición de bienes y servicios del Estado, el ahorro en la infinidad de instancias, en las repelentes coimas y en el “amiguismo” que parece ser el elemento que define las adquisiciones, ya habría dinero abundante y los costos de todo lo que el Estado hace serían más baratos, aumentándose, además, la eficiencia y reduciéndose, también, los plazos de ejecución.
Al margen de todo ello, el poco eficiente desempeño que viene teniendo el actual gobierno, no ofrece garantías suficientes para que se le otorgue facultades especiales que, solo deberían darse en casos excepcionales y éste, definitivamente no lo es. Dicho de otra manera: ¿qué puede argumentar el gobierno, siquiera como mínimo éxito o mínima acción positiva en estos meses, como para que se le conceda el libérrimo uso de facultades que solicita? Ya la experiencia reciente nos muestra cuán grave ha sido que el Legislativo ceda su responsabilidad, aun en materias concretas. Facultades extraordinarias sin un plan de gobierno ni de inversión ni de uso del dinero adquirido por las supuestas reformas tributarias nos acarrearán más incertidumbre y nada de reactivación.
En este momento, la paralización y el letargo del país, no se solucionará con más poder, cuando no se puede ni siquiera asumir el que se tiene. Lo cierto es que el Congreso debe empezar a actuar con rapidez en los temas que le corresponde que es fundamentalmente que es el dar leyes que respondan a las urgentes necesidades del país. Ello, por supuesto, aunado a la tenacidad con que debe defender sus fueros.