Escudado por la legalidad y pasividad ciudadana
Las horas de Pedro Castillo al frente del Gobierno están contadas. Mientras tanto, continúa la destrucción de la economía y consolidación de organizaciones presuntamente criminales dentro del Ejecutivo.
La dinámica parlamentaria y de la Fiscalía –dentro del respeto a la Constitución– no empata con la impaciencia y furia de la población, víctima de la incompetencia del Gobierno. Por el Artículo 117 de la Constitución no se puede acusar a Castillo, según el fiscal supremo Pedro Sánchez, por los presuntos delitos de tráfico de influencias, colusión agravada o ser la cabeza de una organización criminal. No obstante, la congresista Gladys Echaíz reitera que las investigaciones pueden generar en el Congreso una denuncia constitucional por incapacidad moral permanente. Hasta entonces, será inevitable el incremento de la pobreza, hambre y anemia.
Escudados por la legalidad y la asombrosa pasividad ciudadana, Castillo y su corte avanzan en los intentos de proteger sus pasos. Para librarse de procesos judiciales y probable cárcel, existe la posibilidad de que el marxismo extremista active sus fuerzas de choque. La presencia de grupos de reservistas en Palacio de Gobierno es una señal.
Después de la primera vuelta, los locales de Perú Libre sirvieron para impulsar las posibilidades laborales de los simpatizantes de ocasión. Hoy son lugares fantasmales, muestra inequívoca de la ausencia de apoyo popular genuino. Además, estos locales son necesarios para captar fuerzas de choque capaces de dar la vida por el socialismo. Un romanticismo imposible, sabiendo que por dinero el diablo compra cualquier alma. La siguiente meta es controlar los gobiernos locales y regionales. Los presupuestos destinados a la seguridad ciudadana podrían terminar siendo usados para asalariar a ronderos y reservistas.
¿Dónde está el orgullo peruano? Sabemos, por las numerosas evidencias publicadas, que una organización política externa, compinchada con una interna, pretende arrebatarnos nuestras riquezas, además de la libertad y dignidad. ¿Somos incapaces de defender lo nuestro?
El totalitarismo comunista, de la mano de una izquierda, continúa de pie por la alarmante indiferencia de la población. Minerales, hidrocarburos, agua, pesca, frutas, hortalizas y recursos forestales podrían ser entregados a la cúpula castrista, dueña de Cuba y que parasita a varios países latinoamericanos. La experiencia venezolana es reciente: terminaron con el petróleo disponible. Las exploraciones para hallar nuevos yacimientos fueron abandonadas porque las petroleras huyeron del país.
Soberanía y no intervención fueron la punta de lanza del socialismo en el siglo pasado. “Alienado” era la gran ofensa con la que desafiaban a sus opositores. Hoy es todo lo contrario. Con descaro impertérrito promueven intervenciones extranjeras. Nuestras normas y nuestra Constitución dependen de autoridades globales que, de facto, sin ser elegidos por el pueblo, controlan países dependientes. Una falsa unidad bolivariana, digitada desde la Habana, pretende sujetar al Perú y a Latinoamérica al comunismo internacional. ¡Nos quieren pobres y dependientes del Estado! Los ataques a la minería no son hechos aislados, son parte del libreto básico de destrucción de la producción.
¿Caeremos dócilmente como cobardes, sin sangre en la cara?