El más bochornoso espectáculo de doble moral de la izquierda
En medio de la algarabía de la izquierda y del antifujimorismo, cabe preguntarse finalmente ¿quién ganó? Y no me refiero a Pedro Castillo, quien debe ser en este momento el hombre más confundido y asustado del escenario. Nunca soñó ser presidente y está a punto de serlo. ¿Ante quién responde Pedro Castillo? ¿Con qué sector formaría gobierno? ¿Con los radicales del magisterio neosenderista al que pertenece? ¿Con el partido Perú Libre que lo llevó a las elecciones? Es decir, ¿con Vladimir Cerrón y sus secuaces? ¿O se dejará seducir por la turba de trepadores progresistas que lo han secuestrado y caviarizado?
Estamos frente al más bochornoso espectáculo de hipocresía y doble moral de la izquierda. Los que ayer salieron a las calles para enfrentarse a una legítima decisión del Congreso y desconocer la votación de 105 congresistas, hoy nos piden que respetemos el ajustado resultado electoral sin chistar. Los que pedían a gritos el cierre del Congreso y aplaudieron el golpe de Vizcarra, hoy condenan indignados las dudas legítimas sobre el ente electoral. Los que hacen leña de la Constitución y las instituciones para imponer su criterio mediante la violencia callejera y el bullying mediático, hoy se indignan por “el riesgo en que ponen a la democracia” quienes condenan las maniobras mafiosas vistas en estas elecciones.
Y ya en el colmo, el JNE contrata a una fanática “antifujimorista de corazón”, que se pasa la vida vaciando sus entrañas en las redes promoviendo el odio a Keiko, y la colocan en una campaña contra el acoso político. Ni más ni menos.
Son estas características de la izquierda que hacen imposible un diálogo con tales sectores, incluyendo a los más pintados intelectuales de la academia y oenegés, así como viejos periodistas que cada día pierden más prestigio intelectual, pues han decidido terminar sus días dando penosos espectáculos de antifujimorismo en las redes para divertir a los infantes. Mientras la izquierda no logre superar sus mitos, traumas y sesgos antifujimoristas, pasarán los años dando vueltas en su carrusel sin ver más allá de sus fantasmas.
Es entendible que mientras el apellido Fujimori siga vivo en la política, quienes viven del antifujimorismo sigan activos en el negocio. Tenemos una vasta legión de luchadores antifujimoristas. Muchos se hicieron famosos solo por ese disfraz. Pero lo triste es que el monstruo no existe. Es solo un mito creado por la izquierda para que una secta de farsantes pueda posar como valientes defensores de la democracia, pese a que todos los corruptos del siglo XXI se les pasaron por la huacha, y hasta acabaron aplaudiendo al dictador Vizcarra con su captura de instituciones, su manipulación de la prensa, su régimen estalinista de persecución política y su golpe de Estado. Penosa moral de esta izquierda.
Históricamente la izquierda en su conjunto nunca ha sido más de un tercio del electorado en sus mejores tiempos. En el 2016 no llegó al 20% y hoy no podemos afirmar que estamos ante un caudillo capaz de convocar masas por el magnetismo de su personalidad, su visión preclara y la eficacia de su verbo poético. ¡Por favor! Pedro Castillo no tiene ni un pelo de Alan García ni de Fernando Belaunde para arrasar en las elecciones de la noche a la mañana. Este fenómeno solo se explica por el fraude masivo practicado en mesa mediante la manipulación de actas. Algo que es practicado intensamente en los países gobernados por el socialismo del siglo XXI –especialmente en Bolivia–, cuyos representantes estuvieron en Lima asesorando a Perú Libre. Eso, además del antifujimorismo patológico que vota con el hígado.
Lo que sigue no es la reconciliación. Es ridículo pedir eso luego de una guerra sin cuartel donde se ha estigmatizado a todo el que se atrevía apoyar a Keiko, empezando por el mismo Mario Vargas Llosa, quien ya ha sido bajado de su pedestal en el altar caviar para convertirse en un ser odiado. Al contrario: debemos ver el nacimiento de una derecha activa y capaz de tomar las calles en defensa de la democracia y las libertades. Es hora de responderle a la izquierda en su propio lenguaje. No debemos permitir que esta larga dictadura caviar que ha envilecido las instituciones, ni que un eventual gobierno de extrema izquierda, nos impongan proyectos trasnochados o un modelo ya fracasado. La defensa de la libertad, la Constitución y la democracia deben ser los pilares de una derecha vigilante y movilizada.