Gana batallas, pero no la guerra
El presidente de la República, Francisco Sagasti, ha señalado que el cambio de Constitución no es “prioridad inmediata”. Con estas declaraciones, una confianza relativa ha vuelto a los mercados y sectores democráticos. El propósito no negociable del marxismo es cambiar la Constitución y establecer una de corte estatista, subsidiaria y de privilegios. Más Estado y dependencia en lugar de promover iniciativas individuales en los ciudadanos.
Lo cierto es también que la calle no se enfría, seguirá caliente porque el marxismo no descansa en sus propósitos de ganar espacios frente a las próximas elecciones generales. Si no es por las buenas (por el voto popular), por las malas (coacción, turbas, violencia y muerte). El triunfo de la beligerancia y el terror. Un escenario organizado con fondos provenientes del Foro de Sao Paulo, de los sobrecostos de las obras públicas en Latinoamérica, y por ciertos presentadores de radio y televisión, que hacen de tontos útiles.
En este contexto, quedan lecciones importantes. Hace 45 años, el 5 de febrero de 1975, los jóvenes apristas y acciopopulistas salieron a protestar de manera espontánea contra el socialismo impuesto por los militares. En 1968, Juan Velasco vacó a Fernando Belaunde con tanques y soldados en las calles. Siete años de atraso y ausencia de libertades y oportunidades motivaron a los jóvenes apristas y acciopopulistas a tomar el centro de Lima y algunos distritos para protestar contra la tiranía socialista. Todo lo contrario sucedió la semana pasada en todo el país. El aprovechamiento del descontento de la población ha sido demostrado por la diversidad de los manifestantes. Los sentimientos de la gente fueron utilizados por los estrategas del comunismo. Los bolcheviques del siglo XXI incendian la pradera con el apoyo de una población enajenada, carente de principios ideológicos y políticos, que confunde el Perú de sus anhelos.
El marxismo utiliza bastante bien los recursos de las sociedades democráticas para desarrollar relatos falsos con total desfachatez. Los pequeños capitalistas –propietarios de bodegas, ferreterías, peluquerías y otras iniciativas de mercado,–son manipulados con memes y mensajes que contienen una ideología contraria a sus intereses. En los últimos 20 años, las oenegés y “personalidades” vinculadas a la izquierda y el marxismo han logrado espacios importantes en los medios, la opinión pública, la academia y el Estado. La publicidad estatal en los medios privados, impulsada por los estatistas, es el apalancamiento perfecto: alentar en lugar de informar. El “compromiso” del luchador social del milenio no es por devoción pura y sincera, es por la marmaja. Por su lado, en lugar de reaccionar de manera vertebrada, las fuerzas libertarias están dispersas y ocupadas en sus propios reductos. Y así, las voluntades individuales se diluyen. Perú y Latinoamérica están en peligro de ser la Cuba soñada por los hermanos Castro desde hace 60 años.
De socialismo sabemos suficiente. En 12 años de dictadura velasquista, las libertades individuales, políticas y económicas fueron anuladas. Y el país se acostumbró. La democracia fue pulverizada. Los medios de comunicación controlados por la Oficina Central de Comunicaciones (OCI) emitían un solo relato. El Sistema Nacional de Movilización Social (Sinamos) organizaba aplausos multitudinarios a la revolución. Un jefe político militar mandaba en los departamentos, y los alcaldes y autoridades eran elegidos entre los genuflexos a la dictadura. La mediocridad sin oposición era exhibida. Ilimitada la prepotencia de los generales encopetados. Y así, el absolutismo iba calando. ¿A eso estaríamos volviendo?
Por lo pronto, la masa ha sido programada: nueva Constitución, la televisora Willax debe ser cerrada y Fuerza Popular (FP) debe desaparecer de los procesos electorales. Para el izquierdismo y marxismo, la decencia y honestidad solo son de ellos. Una manera de reducir la pelea política en los tribunales. Tienen jueces, fiscales y tribunos. Estarán ganando las batallas, pero no la guerra.