Evitar el fraude electoral y desestigmatizar los aportes a las campañas
La democracia no es un fin en sí misma, pero es la mejor herramienta conocida hasta hoy para una convivencia pacífica, segura y justa en libertad. La experiencia y el análisis racional nos dicen claramente que un Estado pequeño pero fuerte es el mejor garante de esos objetivos. Un Estado hipertrofiado y asistencialista crea irremediablemente indeseables clientelismos y castra la capacidad de superación al estimular zonas de confort no sostenibles.
Al ser la democracia una herramienta, resulta perfectible a partir de la experiencia que hace patente sus debilidades. No cabe duda de que nos encontramos en un momento en el cual los totalitarios, tras descubrir los flancos débiles de la democracia, los han asaltado con eficacia, incluyendo ese talón de Aquiles originario que constituye la capacidad de aceptación o negación de candidaturas, el conteo de votos y la absolución de impugnaciones de mesas.
Todas las sociedades del hemisferio tienen hoy dudas severas sobre sus procesos electorales, cuando no certezas de la manipulación del proceso de admisión de candidaturas, el conteo de votos y la posibilidad de que las impugnaciones puedan ser probadas y atendidas con justicia. Esa coincidencia no puede ser atribuida alegremente a teorías conspirativas.
Aunque el fraude electoral no es cosa nueva, su refinamiento actual es inédito. No son casuales ni exclusivos de un país la infiltración de personeros, el amedrentamiento sistemático de potenciales personeros en zonas alejadas, ni la aparición sistemática de “diligentes ciudadanos” probadamente aleccionados, dispuestos a asumir la presidencia de mesa en ausencia o tardanza del titular o los criterios dispares para bloquear o dejar pasar candidaturas.
Tampoco es casual que se hayan modificado previamente los procedimientos, que ahora exigen la destrucción de las boletas tras la votación además de no contemplar el acta adicional lacrada custodiada por las FF.AA. cambios que hacen prácticamente imposible la probanza de una impugnación de mesa. Además, es pública la paternidad dictatorial venezolana de softwares de votación y conteo que hacen sencilla la alteración algorítmica de la voluntad popular.
Si a todo eso agregamos la estigmatización del aporte económico a las campañas electorales y la demolición inmediata del prestigio de todo aquel que ose candidatear a una posición por elección o aceptar una designación o nombramiento relevante, sumada a la conversión automática a la calidad de paria para el sistema financiero del insensato que ose tales atrevimientos, no es difícil explicar el deterioro progresivo de los gobiernos, que desacredita convenientemente las bondades del sistema democrático.
Coincido en la necesidad de confluencia de los sectores democráticos para la construcción de una candidatura, pero a la luz de lo descrito líneas arriba, la concentración prioritaria excluyente en tal tarea constituye un error estratégico.
Primero es necesario reconstruir un poder electoral genuinamente imparcial. El actual no da ninguna garantía. Los reconocimientos y felicitaciones de sus correligionarios globales no hacen sino comprobarlo.
Es además imprescindible reconstruir los atractivos de la función pública tanto para elegidos como para designados para volver a atraer a los mejores hijos. La tarea corresponde en parte al congreso (sueldos y pensiones, prohibición específica de la actual marginación financiera automática, línea de carrera, reelección posible salvo para la Presidencia de la República) y en parte a quienes con su publicidad financian a la prensa. Lógicamente si queremos buenos presidentes, buenos congresistas y buenos ministros, debieran además serles aplicables por lo menos los mismos requisitos que se exigen hoy a los aspirantes a funcionarios públicos en cargos relevantes.
Si no nos concentramos en lo descrito en estos dos últimos párrafos, subsistirá irremediablemente el riesgo que nos ha llevado a la coyuntura actual y aún si se llegase a superar, como ha ocurrido recientemente en Chile, no seguiremos topando con capacidad y conocimientos insuficientes para llevar la nave con rumbo seguro.