Las violentas manifestaciones en Huancayo y otros puntos del país han arrinconado al inepto y corrupto gobierno de Pedro Castillo, poniendo en evidencia la total incompetencia de las izquierdas para gestionar el estado.
Ellos han tratado de justificarse con la excusa de que hay crisis internacional, pero, como siempre ocurre en el Perú, eso no le importa a la gente que tiene necesidades básicas apremiantes que no esperan. En 2009, en el segundo gobierno de Alan García, el Perú se vio golpeado también por una fortísima crisis internacional, pero un manejo económico y político responsable atenuó sus impactos internos y no se produjeron disturbios como los que se viven ahora. El PBI creció en años anteriores en 7% y 8%, y el 2009 se derrumbó a 1% para recuperarse al año siguiente.
Algunos desavisados han tratado de comparar los disturbios del centro del país con las manifestaciones contra el gobierno que se han realizado en Lima y otros lugares desde el año pasado. Incluso han criticado estas últimas porque han sido pacíficas y no han causado destrucción, ni muertos, ni heridos. Con insensatez han aconsejado imitarlas. Por supuesto, ninguno de los que recomienda eso desde las redes sociales quema llantas en las calles, ni apedrea a la policía, ni encabeza saqueos a centros comerciales, ni pone en peligro su vida y su integridad física.
En realidad, son manifestaciones distintas. Las movilizaciones, primero contra el fraude electoral y luego por la vacancia, han tenido un contenido político. Su objetivo era expresar en las calles el rechazo ciudadano a Castillo, Vladimir Cerrón y los socialistas del siglo XXI que se encaramaron en el gobierno para saquear el estado y establecer una dictadura chavista.
Después de mucho tiempo, las calles fueron ganadas por los partidarios de la democracia y el libre mercado –la derecha en términos políticos-, y eso ha sido un cambio positivo y muy importante. La rabieta de Castillo y sus secuaces, sus críticas a los “miraflorinos y sanisidrinos” es una prueba de eso.
El proponer en el Congreso mociones de vacancia ha sido una expresión del rechazo de muchos peruanos –la mayoría según todas las encuestas–, al peor gobierno en dos siglos de república. Así como la acusación constitucional que se ha presentado contra Castillo.
Como es evidente, la oposición democrática carece de un liderazgo unificado, y en ocasiones, hasta de coordinaciones básicas. Pero eso es lo que hay, y es contraproducente sentarse en una butaca a criticar todos los esfuerzos que se hacen para combatir al corrupto gobierno comunista, encontrando defectos –que por supuesto existen– a todas las acciones.
Naturalmente, hay que señalar los errores y discutir sobre cuál puede ser la mejor acción en cada momento, pero en nada ayuda a la causa democrática las jeremíacas lamentaciones de los que no están satisfechos con nada de lo que hacen otros, porque por lo general, quienes tienen ese comportamiento se limitan a criticar, pero no actúan.
Los violentos disturbios que se están produciendo en el país van a golpear y debilitar al gobierno. Eso es un hecho. Pero no debe ser motivo de alegría que se genere una situación caótica en el país, que haya muertos y heridos, que se bloqueen carreteras y que se destruyan instalaciones públicas y privadas.
El gobierno integrado por agitadores, que hicieron carrera promoviendo los disturbios y la violencia, está recibiendo una dosis de su propia medicina y, como es obvio ahora, no saben manejarla desde el estado.
Hay que persistir en los esfuerzos por echarlos y rescatar al Perú de la corrupta gavilla de socialistas del siglo XXI que se ha adueñado ilegítimamente del estado. Es hora de que todas las instituciones tomen las decisiones necesarias.