Para recuperar lo perdido durante la pandemia
La pandemia Covid-19, junto a los problemas de salud y las medidas asumidas por el Gobierno de Vizcarra, relacionadas con el brusco confinamiento y abandono forzado de la participación de empresarios, trabajadores y población en las actividades productivas, tuvo un papel determinante en la recesión económica, expresada en el crecimiento de la pobreza. Según proyecciones del Banco Central de Reserva la pobreza se ha incrementado al 27.4%, pasando de 6.4 millones a 8.8 millones de peruanos; sobre el particular, su presidente afirmó en CADE 2020: “Probablemente no regresemos a los niveles de pobreza que teníamos en el 2019 hasta el 2022 o 2023″. Lo señalado, guarda estrecha relación con la situación del empleo: solo en el caso de la capital, la pérdida por la paralización de las actividades económicas alcanzó el 50%. Su restablecimiento tomará buen tiempo; y de no tener mayores problemas con el rebrote anunciado de la pandemia, la recuperación del empleo formal se operaría en el 2022.
Si a la complicada situación de la salud, añadimos la recesión económica, el desempleo y la pobreza, tenemos a la vista un cuadro demasiado difícil para el país, cuya superación es un reto de compromiso o acción social. Recordemos que la crisis política fue medianamente detenida con los cambios de conducción y una especie de acuerdo sobre puntos básicos a ser abordados por el Ejecutivo: reactivación de la economía, lucha contra la corrupción, recuperación del empleo, fortalecimiento del sistema de salud, así como la garantía de neutralidad en las elecciones. Tras dos meses de asunción del último presidente, podemos observar pocos y a la vez lentos avances, enrarecidos por una serie de conflictos, especialmente en los sectores mineros y de exportación agrícola. Un panorama que se agravaría más si, de manera imprudente, el Estado, los empresarios, los trabajadores o los pobladores, por inacción, incumplimiento o presión desmedida, promoviesen conflictos.
Para dar curso a la reactivación económica, requerimos entre otras cosas, mostrar –como país– una imagen internacional basada en la seguridad, a fin de atraer capitales nacionales o extranjeros. Capitales que, al generar trabajo, incidirían en la superación de la pobreza. En relación a este tema, el ex presidente colombiano Álvaro Uribe, anotaba: “Nosotros vemos en la confianza un medio de inversión, en la inversión una herramienta de crecimiento y en el crecimiento una posibilidad de superar pobreza y construir equidad.”. Dadas las características señaladas, superar la situación en que nos encontramos reclama momentos de tranquilidad y paz, puesto que la violencia al generar más problemas que soluciones, incrementa violencia.
Mientras los candidatos a las elecciones generales se acicalan, ignorando el verdadero acontecer nacional, pensemos en los millones de peruanos sin trabajo, en la población en situación de pobreza, en las empresas que transitan a la ruina, en los miles de muertos y en el incremento de la delincuencia, y atrevámonos –en el marco del estado de derecho y mientras transitamos a la nominación del nuevo gobierno– a promover una especie de “tregua económico-social” para recuperar lo perdido. Debemos plantearnos tiempos reales de duración, asegurando confianza para la inversión, cese al trato marginal de trabajadores o poblaciones, y un comportamiento verdaderamente patriótico en las instancias gubernamentales. La institución llamada a tomar esa iniciativa debe ser el Acuerdo Nacional, en tanto foro que elabora y aprueba lineamientos en políticas de Estado en base al diálogo y concertación entre los tres niveles de gobierno y las instituciones políticas y sociales.