Buena parte de los católicos está políticamente a la izquierda
Fastidio fue lo que provocó el líder de la derecha confesional, Rafael López Aliaga, al declarar que estaba más cerca de la izquierda que de la derecha. El candidato que quiere poner a Cristo en el poder fue confrontado de inmediato por sus seguidores y tuvo que recular. Pero no fue un lapsus. Lo dijo con sinceridad. Es lo que él siente. Y es lo que siente el Papa Francisco. Allí están sus discursos que han remecido las catacumbas de la fe católica.
«Lo que queremos es luchar contra las desigualdades, el mayor mal que existe en el mundo. Lo provoca el dinero, que está contra las medidas para equilibrar el bienestar y favorecer la igualdad», respondió el Papa Francisco al periodista italiano Eugenio Scalfari. Luego, este le hizo notar al Papa que también el socialismo de Marx y el comunismo querían construir una sociedad caracterizada por la igualdad. «¿Usted se refiere a una sociedad de tipo marxista?», preguntó Scalfari. «Sí. Acaso son los comunistas quienes más piensan como los cristianos», respondió el Papa Francisco.
Pero es injusto acusar a Francisco de haber izquierdizado a la Iglesia católica, pues hace medio siglo ya tenía una gran participación en las revoluciones marxistas de Latinoamérica. Desde los curas villeros en Argentina –donde el padre Carlos Mugica jugó un rol central en la organización de los Montoneros– hasta Ernesto Cardenal, sacerdote que apoyó la revolución sandinista en Nicaragua, o el padre Camilo Torres, fundador de la guerrilla del ELN en Colombia. La Teología de la Liberación ha servido de inspiración a un buen sector de la iglesia católica.
En el Perú, la Democracia Cristiana terminó apoyando a la dictadura socialista de Velasco. El líder democristiano Héctor Cornejo Chávez fue el Omar Cairo de Velasco y perpetró el legicidio de la reforma agraria. El Partido Popular Cristiano acabó abrazándose con Susana Villarán y rindiendo homenaje a Javier Diez Canseco, vocero oficioso del MRTA. Su ministra de Justicia, durante el breve pepekanato, terminó consolidando todas las recomendaciones de la CVR, de las que se dijo que no iban a ser vinculantes pero que terminaron siéndolo.
Tener la pobretología como inspiración y el igualitarismo social como objetivo es ser de izquierda. Así de simple. El Papa Francisco ha saludado personalmente y con agrado a los principales líderes del socialismo latinoamericano, empezando por el extinto dictador cubano Fidel Castro. Convengamos pues en que buena parte del cristianismo católico está políticamente a la izquierda. Solo hay una rancia derecha confesional que odia al comunismo; pero no por cuestiones ideológicas sino de sobrevivencia, pues los ven como ateos y como una amenaza real para su sobrevivencia. El único objetivo de este sector es defender los dogmas de fe y la “voluntad de Dios”, tal como ellos lo entienden. En los últimos tiempos han sido los sectores evangélicos los que han llenado este sector en varios países de la región.
En el Perú, la rancia derecha confesional católica permanece aislada en su autismo, contándose entre ellos mismos sus cuentos sobre la destrucción de la familia y otros temas desconectados de la realidad y del interés nacional. Su máximo éxito fue convocar a diversos grupos religiosos para protestar por la inclusión de la sexualidad en el currículo escolar, en una era en que cualquiera puede acceder a la pornografía a través de la Internet; incluyendo el Vaticano, según la data especializada en tráfico de la web. Además tienen su tradicional corso anual de la “marcha por la vida”, donde salen desde todas las parroquias y colegios religiosos a rechazar algo que nadie les obliga a hacer: el aborto. Más allá de eso carecen de propuestas políticas. De allí su irrelevancia en el escenario electoral.
Los liberales nos mantenemos distantes de los sectores colectivistas e iluministas de cualquier índole, pues sus causas sociales o mesiánicas siempre terminan atentando contra las libertades individuales. Más allá de la libertad del individuo, toda causa es un buen pretexto para recortar las libertades, pues terminan imponiéndonos una ideología de diseño social o un dogma de salvación por la fuerza, utilizando al Estado como vehículo. Fórmulas que –como ya sabemos– solo provienen del fanatismo ideológico y tienen como destino el abuso y el fracaso social.