Un proceso democrático y de reconciliación entre los peruanos
Sinceramente, el Perú de febrero del 2021 me parece muy diferente al Perú de febrero del 2011, porque se han levantado enormes banderas de división y odios absurdos entre peruanos. A veces pienso que han pasado 20 o 30 años, pero solo han pasado diez años muy pesados en la política peruana. Lamentablemente, en muchos aspectos no se siguió la política conciliadora y democrática de la segunda administración del fallecido expresidente Alan García. Por ejemplo: él jamás levantó esas banderas de división y odio entre peruanos.
En su segundo gobierno se dio el juicio al expresidente Fujimori, García jamás hizo un show mediático, muy a pesar de que Fujimori dio un golpe de Estado, ordenó al Ejército encontrar vivo o muerto a Alan García tras el inefable golpe y la negativa de darle un salvoconducto especial –por 48 horas– a Alan García para estar en el entierro de su padre Carlos García Ronceros. ¡Jamás lo presentó esposado y humillado como tal vez Fujimori lo hubiera hecho con García tras el autogolpe de Estado del 05 de abril de 1992! Lo cierto es que García se dedicó a gobernar, no a perpetrar shows mediáticos.
Lamentablemente, el sucesor de García fue un hombre sombrío y sin inteligencia, de apellido Humala, que llegó al poder por esas absurdas banderas de división y odio entre peruanos. Esa misma política confrontacional impositiva la siguieron el renunciante Kuczynski y el vacado Vizcarra. Y no veo que el actual mandatario pretenda generar una verdadera reconciliación entre los peruanos para que no nos miremos como enemigos a muerte, sino como ciudadanos constitucionalistas y democráticos que debemos unirnos para afrontar los grandes desafíos tras la segunda ola del virus chino.
Creo que debemos analizar y mirar cómo fue el proceso conocido como la Transición Española, que representó un abrazo y reconciliación entre todos los españoles. Incluso tras una Guerra Civil en la que ambos bandos cometieron delitos abominables, como el fusilamiento en Paracuellos, cometido por las juventudes comunistas; y las sacas perpetradas por el Frente Popular contra españoles católicos y derechistas. Tras la larga dictadura militar de Francisco Franco, y a pesar de las enormes diferencias y de las naturales dudas entre las izquierdas (PSOE y PCE), las derechas españolas (Fraga con la Alianza Popular) y el centro representado por Adolfo Suarez más el talante democrático de Su Majestad Juan Carlos I. Toda la clase política española puso lo suyo para superar las desfasadas estructuras de la dictadura militar e iniciar un proceso de convivencia democrática, llamada la Transición, que dio la Carta Magna de 1978.
Sin odios ni venganzas políticas, los españoles pudieron construir un nuevo régimen democrático superior, desde cualquier ángulo, a los dos terribles períodos que representaron la Segunda República frente populista y la dictadura franquista. En 1978, los españoles cerraron el ciclo de confrontación e imposición de una parte versus la otra iniciada en 1814. ¡Fue la victoria de la inteligencia!
¿Cómo lo haríamos en el Perú? Indudablemente, sería difícil porque, en diez años, –como reitero– han levantado las banderas de división y odio, pero siempre la reconciliación nacional debe ser una realidad, no por uno u otro partido político, sino por todos los peruanos. Por ejemplo, haría muy bien la derecha popular, representada en el fujimorismo, en pedir perdón tanto por el autogolpe de Estado como por el régimen autoritario de la década de los noventa, asumiendo que no se puede represar al pasado. La derecha popular –como otros sectores de las derechas–se deben comprometer al entregar al Perú una visión de mediano y largo plazo política a la sociedad. Por otro lado, las izquierdas socialistas o el “castrochavismo peruano” haría muy bien –como hizo Santiago Carrillo del PCE al repudiar el comunismo soviético y ser miembro del denominado eurocomunismo– en repudiar la brutalidad de las dictaduras socialistas en Cuba y Venezuela. Si los socialistas peruanos rompen vínculos con estas dos criminales dictaduras y las condenan, creo que darían garantías de talante democrático (sinceramente lo veo muy difícil, porque Mendoza Frish no es Carrillo) además de mostrar un compromiso real con el orden constitucional y democrático. Hoy hacen mal en llevar como candidatos a congresistas a personas que admiran a un dictador sanguinario como Mao.
Finalmente, en el Perú debe haber un espacio que represente a la socialdemocracia o a la izquierda democrática. Ese espacio fue ocupado por el aprismo durante décadas, pero lamentablemente no han entendido que la sociedad peruana del siglo XXI no es la sociedad de 1930. Sinceramente, no sé si el aprismo tendrá la capacidad de reinventarse políticamente. Pero ese espacio socialdemócrata debe ser ocupado por alguna fuerza política seria que entienda que la sociedad peruana es heterogénea, y que se debe canalizar rápidamente sus demandas.
¡Soñar no me cuesta nada! ¡Es necesaria una transición a la española! Debemos tener un proceso democrático y de reconciliación entre los peruanos de bien, respetuosos de la Constitución y de la democracia. Solo serian excluidos quienes piensen y se sientan continuadores del terrorismo de Sendero Luminoso u organizaciones terroristas similares. La Nación peruana requiere consensos democráticos y reconciliación.