Vicios que fortalecen a los extremos
¿Por qué los ciudadanos se muestran indignados y manifiestan repugnancia hacia la actividad política? Se supone que el centro es un domicilio político para sentirse cómodo, pero ocurre que en tiempos de convulsión y estallidos hay quienes sienten pavor de reconocer su pertenencia a él y se dejan seducir desde otros espacios en su afán de conquistar la cima.
En un artículo anterior se formularon tres preguntas: ¿dónde se ubica el centro político?, ¿qué fue del equilibrio?, ¿dónde están los cuerdos, si los hubiera? Tal vez “la mejor manera de definir a los partidos de centro” en estos días “sería decir que ellos son simplemente los que más oscilan”, aunque no haya allí una auténtica vocación o un verdadero pensamiento de centro político (Mirko Lauer, “Un centro oscilante”, La República, 27 de agosto de 2021).
En esta oportunidad, debido a los sucesos en determinados países de América Latina, la pregunta específica relacionada a las anteriores es la siguiente: ¿existe la centroizquierda?
Los tiempos políticos actuales no favorecen el accionar de equipos que han sido entrenados en estrategias intermedias y tácticas moderadas; tampoco hay espacio propicio para armar juego inteligente en la mitad de la cancha, los mediocampistas están superados y son escasos, la pelota del poder es disputada por los más duros y radicales. La idea es llegar al área contraria de cualquier modo, no importa cómo, al final todo vale. La receta predilecta es: hagan juego rudo, aunque haya que fracturar al rival. El despliegue técnico fino no sirve para hacer goles, el objetivo es infringir las reglas, engañar al árbitro y al VAR. La consigna es: ganar o ganar.
De esta forma el espectro político ha sido copado por la derecha e izquierda en sus distintas versiones (incluidas las más extremas), mientras ‘el centro’ se achica y es pisoteado por jugadores que se comportan impetuosamente.
La centroizquierda en riesgo
Partidos de tendencia socialdemócrata y socialcristiana, como Apra, Acción Popular y Popular Cristiano en Perú, o Radical, Por la Democracia y Demócrata Cristiano en Chile, languidecen y comienzan a sentir estertores de agonía.
En el caso de la llamada centroizquierda algo no funciona. Por ejemplo, la Democracia Cristiana chilena que aparece como la más ideologizada del sector mantiene una dinámica de democracia interna que la convierte en una entidad dotada de varias corrientes internas, las que cubren prácticamente casi todo el espectro. Otros partidos de centroizquierda suelen estar sujetos a la voluntad de sus fundadores, operadores y ´socios mayoritarios’, personas con intereses divergentes de la ética política que actúan de forma errática, asediados por la ambición de poder y la tentación oportunista. Para estos dirigentes las posiciones centristas se convierten en un camino expedito hacia cualquier dirección. Todo lo cual contribuye a desdibujar la ya sinuosa línea divisoria derecha-izquierda.
El enfoque de un izquierdista
Se está asistiendo al final de un proceso largo de tres décadas en el cual la centroizquierda chilena que eligió a cuatro Presidentes de la República y gobernó 22 años, abjuró de lo positivo que había hecho, para terminar en la parte baja de un escenario donde es imposible distinguir a la centroizquierda confusa de la izquierda más extrema. No hay diferencias significativas que se aprecien, ha dicho Óscar Guillermo Garretón, hombre importante de la izquierda tradicional chilena de los años sesenta-setenta. (“La centroizquierda dejó de existir”, El Líbero, 24 de agosto de 2021).
La ex-Concertación dejó de creer en sí misma, buscó transitar otras vías y se encontró inmersa en un pozo profundo, lo que determinó que emergiera el Frente Amplio (FA), una nueva fuerza política de izquierda radical hegemónica que aspira a convertirse en cultura dominante, después de saltarse varios escalones.
Mientras la ‘centroizquierda’ cada vez pesa menos y comienza a quedar circunscrita a una simple conjunción de términos, está naciendo una “centroderecha” que podría llegar a ser atrayente. “Estamos asistiendo a cambios de domicilio político que solo muy de tarde en tarde ocurren” (Garretón, “Cambios de domicilio”. La Tercera, 23 de agosto de 2021).
Según Garretón al dejar de existir la centroizquierda, “el centro quedó vacío” y le cedió una oportunidad a la derecha para desplazarse hacia ese lugar y posicionarse del espacio asignado a la centroderecha, “porque el electorado de centro quedó inerme, fuera de la preocupación de la izquierda” (entrevista citada).
Destino de la candidata de centroizquierda en Chile
En Chile el mayor problema que arrastra la centroizquierda es la ausencia de una identidad que la proyecte como alternativa real. El Nuevo Pacto Social, heredero de Unidad Constituyente y de la fenecida Concertación, no ha superado esta carencia. Por eso, sorprende que su candidata presidencial Yasna Provoste, conocida por su clara tendencia izquierdista y su cercanía histórica a posturas del Frente Amplio y del Partido Comunista (entes de izquierda), haya expresado que tiene por “misión fortalecer y hacer trascender” el “proyecto de centroizquierda”. La noche de su victoria agradeció el esfuerzo movilizador de la Democracia Cristiana (su colectividad), partido que según declaró, “cree en la unidad de la centroizquierda” (El Mercurio, 22 de agosto de 2021).
Provoste deberá necesariamente suavizar su discurso si pretende evitar una eventual fuga de votos centristas correspondientes a sectores de clase media, hacia el candidato de centroderecha Sebastián Sichel; y desplegar esfuerzos paralelos para que los adherentes y seguidores de centroizquierda no apoyen a Gabriel Boric, -abanderado de la izquierda dura e inmadura-, lo que ocurrirá si ella abandonara su ubicación de siempre y se inclinara hacia el centro del espectro. ¿Esta navegación a dos aguas, será suficiente para unir a la alicaída centroizquierda en torno a su proyecto? Es su gran desafío, aunque no se sabe si es su auténtica apuesta personal. A veces, eso sí, las ambiciones duermen y las convicciones ceden. Los sueños no bastan.
Yasna Provoste debería girar hacia el centro. En la campaña de su sector (Nuevo Pacto Social), primó un discurso atolondrado e inconsciente, constatándose de paso que la centroizquierda se ha radicalizado. A Yasna no le será fácil desplazarse hacia el centro, porque la militancia pro-izquierdista ya tiene un candidato predilecto: Gabriel Boric. Como se dijera acertadamente: “entre votar por alguien que es crítica de un pasado que protagonizó y votar por alguien que comparte esa crítica, pero que en el fondo tiene el frescor de no venir de allí, es difícil optar por la primera”.
Ella tendrá que diferenciarse para no ser una inquietante versión femenina del ultrismo y demostrar un equilibrio contundente y claro. Si insistiera en los mismos planteamientos que ha encarnado con pasión y orgullo, su derrota será inevitable, pues Sebastián Sichel captará el centro político.