La renuncia de Luis Arce al Jurado Nacional de Elecciones
Parece que la vida social y política del país transcurre por un laberinto en el que se cruzan y entrecruzan caminos, donde ciertas acciones negativas y vergonzosas se presentan una y otra vez, intentando recordarnos tercamente el manoseo de intereses y voluntades colectivas relacionadas con el engaño. Situaciones a las que, no obstante ser conscientes de lo afirmado por Confucio: “El camino de la verdad es ancho y fácil de hallar. El único inconveniente estriba en que los hombres no lo buscan”, respondemos por lo general con el silencio o la cómoda aceptación.
En el devenir histórico se han presentado confrontaciones manifiestas o encubiertas entre verdad y falsedad. En esa dirección, importa traer a memoria la desaparición de la página 11 del Acta firmada con la International Petroleum Company, ocurrida durante el primer periodo del gobierno de Belaúnde, en la que se consignaba el ridículo precio pactado por cada barril de petróleo que la Empresa Petrolera Fiscal vendería a la IPC para su refinación. Su denuncia llevaría a que un grupo de militares liderados por el general Juan Velasco Alvarado –arropados por civiles de orientación izquierdista, cuyas posiciones ideológicas se distanciaban de las concebidas como revolucionarias; amparados en la convulsión social que se experimentaba, acompañada del mayor nivel organizativo social y político, del anacronismo oligárquico que se había constituido en una real traba para el despegue económico del país– actuando con astucia se apropiaron de banderas reivindicativas válidas y en la certeza de lo anunciado por Bertolt Brecht: “Cuando la verdad sea demasiado débil para defenderse, tendrá que pasar al ataque”, optaron por un golpe de Estado, instituyendo un remedo socialista de estatización, cuyas consecuencias las experimentamos entre 1980-2000.
Hoy –con valores devastados, limitados niveles organizativos, debilidades ideológico-políticos, polarizados emocionalmente, manoseados por intereses deplorables en la determinación transparente de los resultados electorales–, cuando múltiples reclamos y cuestionamientos son negados y rechazados con evidente parcialidad, empujando ante nuestra observación pasiva al país al despeñadero, encontramos en la declinación como Miembro Titular del Pleno del Jurado Nacional de Elecciones de Luis Carlos Arce Córdova, algunos destellos de verdad.
Su señalamiento acusador a quienes orquestan el fraude del siglo que compromete a la Fiscal de la Nación, Presidente del Jurado Nacional de Elecciones, Jefe de la Oficina Nacional de Procesos Electorales, Presidenta del Poder Judicial, siete miembros de la Junta Nacional de Justicia designados durante el Gobierno de Vizcarra, personalidades políticas y académicas, sectores de la prensa, ONG; así como su valiente afirmación “…tenemos a una ciudadanía que aún guarda esperanzas de concretar su derecho fundamental a conocer la verdad y de tener un gobierno electo limpia y transparentemente.
Contra esa voluntad del pueblo, existen ya decisiones adoptadas que impedirán el conocimiento de la verdad y el alcance de la justicia electoral”; avalada, (no obstante haber juramentado) por las preocupaciones del Fiscal Supremo titular Rodríguez Monteza de reemplazarlo, al mencionar que “… una eventual aceptación y asunción del suscrito al cargo podría dar lugar al cuestionamiento de legitimidad de mi participación…”; fuerzan nuestra atención, invitándonos a frenar con la condena y movilización, que decisiones erróneas en la proclamación del próximo gobernante se consumen, provocando enfrentamientos, afectando vidas o destruyendo la democracia; a desaprobarlas, marcando clara distancia con la corrupción institucionalizada; y asumirlas en cualquier situación, como simbólico ejemplo de acercamiento a la verdad, justicia y libertad.