¿Está colapsando el país?
Algunos asumen que la república está colapsando porque cuando las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional bajan la cerviz para levantar la espada pese al héroe humillado, todo ha terminado. Muchos lo creen porque no confían en el Ministerio de Defensa ni en el del Interior, como si el financiamiento (que cualquiera lo puede dar) o una orden valiera más que la memoria de tres décadas. Todo ha terminado cuando la continuidad del cargo del válido estatal vale más que la consecuencia; o como en el Congreso, cuando la sospecha de la prebenda o del privilegio relativizan la representación. En una república en la que el honor, la memoria o la patria se diluyen, no hay instituciones que nos tutelen.
Entonces solo queda la oposición, cuando combate en todas las trincheras del debate y tiene las habilidades políticas, legales y constitucionales para acorralar al poder. O queda la Mesa Directiva que debe asumirse sin tibieza ni comparsa, porque más que legislar el Congreso fiscaliza al poder. En Alemania un investigado hubiera sido puesto fuera del Gobierno. Allí mismo, un partido extremista hubiera sido declarado inconstitucional por el Tribunal Constitucional.
En realidad, siempre fue rala la esperanza de que el Congreso inhabilite a Dina Boluarte, que violó la ley por firmar documentos como presidenta del Club Apurímac, siendo funcionaria del Ejecutivo. Al exalcalde Muñoz lo echaron por menos. Si el Congreso respondiera a la representación y no a la quincena, inhabilitaría a una antes de vacar al otro. Pero quedaría siempre la otra joya del enjambre de nuestra decadencia nacional: el JNE, que solo sirve para la duda y para el epitafio de nuestra república.
Si las Fuerzas Armadas no son tutelares –porque por no deliberar, ni dicen ni oyen ni ven–, si el Poder Judicial viola la independencia de poderes interfiriendo en el iter legislativo para salvaguardar a la Sunedu, si el Ministerio del Interior es sometido y vapuleado al antojo del poder y el de Defensa parece no reparar en la cuenta de lo que debe garantizar, si los ministros parecen más procuradores presidenciales y los abogados parecen subordinarse, tanto para torcer el derecho y hablar en revés, es que sí, la república colapsó. Si concluimos en la degradación de algunos partidos que creen que la vacancia es una cláusula de intercambio o en la persistencia de los ciudadanos del odio, que le habrían dado la presidencia a Mao o Pol Pot para no ceder antes de fugarse a Europa o si reparamos que dos tercios de la prensa no ve cuando conviene y cuando conviene ve. Y si sumamos los tantos ciudadanos que son más pobres porque fueron engañados mientras reverberan las monsergas constituyentes de Cerrón sin entender, es que ya no nos queda ni moral ni lucidez ni dignidad.
Solo se tiene por tutelares a la nueva Fiscal de la Nación, a algunos fiscales valientes, a un puñado de periodistas, a unos miles de ciudadanos patriotas que empuñan la bandera más fuerte que aquellos que la deben honrar, al nuevo TC. Pero el péndulo de la historia se mueve y algún día pondrá las cosas en su justo lugar.