Con el respeto por el pueblo de José de San Martín, el Che Guevara y Borges.
Por un largo tiempo la Argentina fue el «granero del mundo». El país latinoamericano que atraía a los emigrantes europeos tanto como los Estados Unidos. Y hoy es el país donde la pobreza llega a un 51%. En otras palabras, hay hambre. ¿Qué pasó en esa sociedad que el autor de este escrito conoció y vio un país con un nivel de educación envidiable, y una sociedad lejos de la precariedad de estos días? No es un enigma, sino una época en que Argentina se vuelve un país agroexportador. Vinculado a un país europeo, aquel que había sido el primero en convertirse en sociedad industrial, es decir, la Gran Bretaña. Se trata, pues, de la historia de un país europeo por una parte, y por la otra, de una de las repúblicas de América Latina.
Vamos a hacerlo en tres partes. La primera, la revolución industrial en Inglaterra. La segunda, la transformación de la Argentina como país agroexportador. Y la tercera, las reformas económicas de la Unión Europea.
Comencemos con algo nuevo que ocurre en Gran Bretaña. Algo tan poderoso que cambia la vida del ser humano tanto como en los primeros homo sapiens, cuando en el Neolítico aprenden a usar el fuego, luego la caza y la agricultura. Luego la escritura, la aparición de las ciudades, y el pasaje a las primeras civilizaciones. Ese algo es lo que llamamos la revolución industrial. Y con ello, las novedades en el trabajo: fábricas, máquinas, medios de transporte por mar y luego por el aire. Sin contar con el progreso de la medicina, el conocimiento de la naturaleza. El uso al inicio del carbón, luego el petróleo, la energía eléctrica. Esto es sabido, pero como la educación peruana es una de las mejores del mundo como lo prueban en las pruebas PISA, conviene explicarlo brevemente. Hay un antes y después en la aventura humana, de la era preindustrial y la actual.
Sin embargo, los inicios fueron modestos. «Alrededor de 1760, una ola de pequeños instrumentos destinados a facilitar el trabajo, inundó a Inglaterra» (T.S. Ashton, La revolución industrial, 1760-1830). En realidad, las innovaciones surgen en la agricultura, transporte, industria, comercio y finanzas. Vale la pena señalar la cronología. En 1707, naves a vapor. En 1732, coque (carbono destilado que mejora la fusión). En 1733, la lanzadera volante en los telares para tejidos. Los rieles fundidos, en 1763. En 1783, barco a vapor con ruedas. En 1783, la mongolfiera o globo para viajes. En 1784, la máquina de vapor automática. En 1795, la pasteurización. En 1801, la pila eléctrica. En 1807, barco a vapor de Fulton. Y en 1821 —el año de nuestra independencia—, vías de fierro y vapor en Gran Bretaña. Luego el ferrocarril es incorporado a Francia, Alemania, por todas partes de Europa.
Ahora bien, cuando en mis clases llegamos a este punto, no falta una pregunta: ¿por qué la primera revolución industrial emerge en Gran Bretaña? Es una buena pregunta. Hubo varias causas. Los inventores se sentían seguros cuando obtenían la patente. Es el caso de la máquina de vapor de Watt. La monarquía liberal de Gran Bretaña tenía la fama de ser un régimen comercial honesto, y de ahí, su moneda estable, su sistema bancario. Si Watt hubiese sido no inglés sino un latino, le hubieran robado su invento. Pero hay otras causas para que fuera Inglaterra, había abundancia de hierro y sobre todo, de carbón. La revolución industrial se fue transformando a partir de otras energías, ya no tanto el aire para los molinos sino, luego del carbón, el petróleo, la electricidad. Y hoy, la energía atómica.
Pero surge un problema. De tipo laboral y social. Hasta ese momento Inglaterra era un país rural como todo país, pero para pasar a un sistema de producción en fábricas, era necesario la mano de obra. Primer problema. ¿Cómo desalojar a los trabajadores rurales para que se volvieran obreros urbanos? Las aldeas eran terrenos donde se explotaba pastos, ovejas y cerdos, y cultivos. Y los campesinos británicos no querían dejar sus tierras. Pero el poder de las clases dirigentes encontró su talón de Aquiles. Tenían deudas. Nunca lograban pagar del todo. Esas aldeas tenían terrenos comunales que venían del pasado, sin prisa para acumular riqueza. Además, los protegían diversas iglesias. Así, «para hacerlos salir de la campiña, el Parlamento impone leyes que producen el desalojo de los trabajadores rurales que inevitablemente no tuvieron más remedio que precipitarse hacia los puestos en las fábricas. A esa pérdida de propiedades, se les llamó los Enclosure Acts (Paul Mantoux, La Révolution industrielle au XVIII siècle, 1906).
Los sacaron del mundo rural. Los excampesinos encontraron trabajo como obreros. Era inevitable, en el mundo rural, ante las innovaciones técnicas, iba a disminuir el número de jornaleros. Pero surgía otro problema. Si disminuían los campesinos —vueltos obreros— ¿quién iba a resolver la cuestión de los alimentos? Algunos pensaron que podían recibir a los nórdicos, pero dejaron esa posibilidad. Inglaterra en algún momento de su pasado fue invadida por los normandos, y buscaron otra solución. La hubo, al otro extremo del planeta.
Tratemos ahora la Argentina y sus modificaciones. En torno al río de la Plata, no había la población numerosa de otras zonas dominadas por el imperio Español. Así, la corona se inquieta por los portugueses, y crea un virreinato de la Plata, cuya capital es Buenos Aires (1776). Por un tiempo no destaca hasta que arranca, en 1810, uno de los proyectos de independizarse. Cosa que lograron. Pero para tener una migración masiva, era necesario que se incorporaran extranjeros si había una modernización de la Argentina. Había un obstáculo, en el desierto y la pampa, estaban los indígenas. La situación argentina se parece a la lucha por la frontera de los norteamericanos ante los indígenas que eran también nómades. Los llamaron los «malones». Cierto, «defendían sus tierras» (Alain Rouquié). Esto lo logra la Argentina de gauchos definitivamente en 1879. Larga guerra local. Es célebre la campaña del general Roca que abre 375 000 kilómetros cuadrados de tierras fértiles al sur de la pampa (Rouquié). Es así como surge en la Argentina una exportación de cereales en abundancia y carne.
Vencidos los nativos, aparecen desde 1870 las infraestructuras locales, puertos, y frigoríficos gigantes que luego eran trasladados a los barcos británicos. El flujo de inmigrantes convierte la Argentina en una nación de inmigrantes. Las cifras no mienten. Al final del siglo XVIII, 300,000 habitantes. En 1869, 1.88 millones de habitantes. Luego, 3.95 millones de habitantes en 1875. En 1914, 7.89 millones. «La población argentina doblaba prácticamente cada veinte años» (Rouquié).
Al parecer, el modelo agroexportador insertaba a la Argentina en la economía como país agroexportador. Sin embargo —hay que decirlo—, el sistema generó una concentración de la riqueza y la exclusión de las clases trabajadoras y de las poblaciones asentadas fuera de la región pampeana. La economía alcanzó altos niveles de crecimiento. «En la corriente inmigratoria hubo millones de italianos y españoles, y en menor medida, europeos orientales y asiáticos» (Wikipedia). «La prosperidad impulsó el crecimiento de una considerable clase media». No faltaron en la Argentina, después del caudillo Juan Manuel de Rosas (gobierna hasta 1852), un Faustino Sarmiento a quien se debe la educación pública, o un Avellaneda, un Roque Sáenz Peña, que en 1912 establece el voto secreto y obligatorio. Y dejaremos el papel de Juan Domingo Perón y su esposa, Eva Perón. El sistema agroexportador todavía tenía vida. ¿Qué pasó, entonces?
La respuesta de los mismos argentinos.
Cuando se quiere saber qué le pasa a una nación, es sensato preguntar a sus ciudadanos. Para esto, entre una enorme bibliografía, tengo en la mano un libro titulado Pensar la Argentina, de 2006. Son siete intelectuales que reflexionan sobre su país. Y entre ellos, tomó la respuesta de Juan José Sebrili. Lo que dice es directo y claro. Se ocupa de las crisis políticas, pero a diferencia de lo que se suele decir, «no responsabiliza a las clases gobernantes». Señala más bien una crisis mucho mayor. La crisis económica. No es Perón o sus contrarios. Ni los militares y sus golpes de Estado. Su respuesta es que «los problemas comenzaron con la crisis del 29». «Hubo un modelo económico, el modelo agroexportador. Que fue muy exitoso desde 1880 hasta 1930. Y que sobrevivió hasta la Segunda Guerra Mundial. Después quedó agotado porque cambiaron las condiciones del mercado mundial». ¿Qué quiere decir? Que en el momento en que la Comunidad Económica Europea forma un sistema de mercado que consiste en lo que producen hoy los 27 países, es ventas y compras en una superestructura. Con lo cual los productos agropecuarios solo entran al mercado de la Unión Europea si es que no se les puede hallar en Europa misma. Con más franqueza, los países de otros continentes, los países netamente agrarios, quedaron descolocados.
Sebreli dice: «Fuimos ricos cuando teníamos vacas y trigo, pero después se acabó, no tuvimos nada que exportar». «Se ataca a la clase política cuando los culpables son la sociedad civil y el capitalismo industrial argentino, pero impotente». Se hace una pregunta, pensando en los muy ricos estancieros: «Lo que se ganaban, ¿en que lo invertían? ¿En tecnología? Se invertía en llevar el dinero afuera». Lo considera un «capitalismo rentista, especulador y subsidiario». En suma, «si no hay producción ni crecimiento económico, se distribuye la miseria.»
Para terminar, tres ideas.
- Siempre me sorprendió que la capa social de estancieros no volcara su capital en empresas industriales. Se lo pregunté una vez a Perón mismo. En ese momento, yo vivía en Madrid, en la Casa Velázquez, casa para científicos y artistas. La respuesta de Perón fue el silencio. Y cambiamos de conversación. Siempre me pareció que la pampa era algo casi intocable. Como una suerte de Machu Picchu horizontal. El mejor libro sobre la Argentina es de Ezequiel Martínez Estrada, Radiografía de la pampa.Sin por ello dejar de lado a Borges. Que admiro.
- ¿Por qué no dieron el salto a la revolución industrial como lo han hecho en Asia, por ejemplo, Corea del Sur? Perón quiso industrializar pero no lo dejaron.
- Nada es eterno, las sociedades, la economía y la ciencia se transforman. En Argentina pensaron que el trigo y la carne de la amada Pampa era para los siglos de los siglos.
Cuidado peruanos, esas minas que muchos aborrecen, uno de estos días nos van a decir que el cobre queda de lado. Las puede reemplazar alguna ciencia de la energía nuclear. Y adiós los cánones.