El Gobierno necesita un cambio de estrategia comunicativa
Al parecer nos habíamos acostumbrado tanto al lenguaje confrontacional del gobierno, al punto de que muchos –incluidos algunos analistas– están esperando un nuevo equipo ministerial igualmente confrontacional. Y es que efectivamente, y desde la campaña electoral, el Perú se dividía entre ricos y pobres, limeños y provincianos, corruptos e impolutos, humildes campesinos y servilistas de la gran minería, así como últimamente entre las inocentes rondas campesinas y las fuerzas represivas.
Sin embargo, es indudable que las estrategias comunicativas cambian, así como cambian las situaciones políticas, sociales y económicas. Y sin que esto signifique negar peligrosos gérmenes ideológicos existentes, vale la pena detenerse a pensar en que es factible un cambio de estrategia comunicativa. Porque salvo el poder, todo es ilusión.
Y ya ahora sabemos que no se trata solo de una organización política sino –sensu stricto– de una organización criminal que está al frente del gobierno. Desde la grosera falsificación de la tesis, pasando por audios, videos y chats, por decir lo menos desagradables, nos enteramos día tras día de crímenes de creciente magnitud. Que parecen haber adormilado hasta a algunos analistas; que más pronto que tarde olvidaron a Maquiavelo, Gramsci y Goebbels.
Y efectivamente la gente también puede estar adormilada. Pero también harta de una situación, particularmente económica, que se va tornando muy difícil. Sin entrar en detalles, las diferentes encuestas de opinión pública así lo ponen de manifiesto. En este contexto un cambio de estrategia comunicativa podría ser muy conveniente. Nuevos personajes y nuevos decires. A fin de cuentas, ya dijimos que salvo el poder todo es ilusión. Y sabemos que no estamos solo ante un asunto de poder político, sino abiertamente crematístico.
Acabamos de tener un globo de ensayo. El serio y complaciente llamado Ministro del Amor, que acaba de pasear por diferentes sets de televisión y programas de radio con la complacencia de muchos de sus entrevistadores. Pocas preguntas incómodas, menos repreguntas y hasta mohines de asentimiento en los medios.
Al parecer el amor tampoco cae mal. ¿Y qué pasaría si en vez de personajes y estrategias comunicativas confrontacionales se cambia el tono por uno más acorde con la situación que se vive y con los afanes mediatizadores de muchos? Podría ser hasta una ex ministra proba sacada de alguna universidad, algún o algunos ex ministros con buena acogida en los medios y hasta un personaje de renombre capaz de convocar ilusiones. Todos contentos, aplausos, aunque los nuevos servidores lo sean de una organización criminal.
¿Recuerdan esos comerciales de detergentes, jabones y enjuagues que hablan de la “blancura blanquísima”, de “blanqueadores ópticos” y hasta de prendas que “recuperan su color original” gracias a elíxires mágicos? Al no ser el asunto gubernamental un tema estrictamente político –como se temía al inicio– podrían utilizarse hasta las categorías subyacentes a estos términos para ´blanquear´ la situación existente. Total, el asunto nunca fue solo de corte político y menos racial.