Su trabajo en el Instituto Nacional de Salud del Niño (INSN) de San Borja ha puesto a prueba su vocación y ha demostrado que los anestesiólogos pueden salvar vidas dentro y fuera del quirófano.
Desde la sala de cirugía hasta la camilla de recuperación, los anestesistas se han convertido en los guardianes de pequeños pacientes con enfermedades complejas que día a día sufren de un inmenso dolor.
“No es solamente dormir al paciente, es acompañarlo en todo. No somos muy conocidos, pero somos los que estamos al pie del paciente durante todo el tiempo”, comentó la anestesióloga Valeria Desulovich Madrid (35) después de cuidar y aliviar el dolor de Camilita, una niña de 12 años que padece leucemia y que entró al quirófano por una punción lumbar.
“Desde el ingreso la acompañamos a sala de operaciones, la monitoreamos y tratamos de tranquilizarla, siempre con un trato humanizado para poder brindarle una experiencia que no sea difícil para ella. Primero empezamos con la monitorización, luego inducimos la anestesia y cuando ya está dormidita, los cirujanos pueden proceder”, relató a la Agencia Andina.
En sus cuatros años laborando en el INSN de San Borja, Desulovich ha tenido bajo su responsabilidad la vida de decenas de pequeños pacientes. Su función no se limita a dosificar los analgésicos, sino también a controlar paralelamente su respiración, su frecuencia cardiaca y presión arterial, valoraciones médicas importantes para que la operación sea exitosa.
Sin embargo, su trabajo como anestesióloga pediatra no termina cuando sale del quirófano, todo lo contrario, una nueva lucha contra el dolor inicia cuando llega a la Sala de Recuperación, donde debe brindar cuidados intensivos postoperatorios.
Según la especialista, los anestesiólogos también están presentes durante procedimientos de resonancia magnética, tomografías, ecocardiografía, curaciones de quemados y en sala de angiografía. Siempre están al lado de los cirujanos y las enfermeras, pero casi nunca son reconocidos.
A pesar de todo, Desulovich considera que ser anestesióloga fue la mejor decisión de su vida, ya que puede incluso disminuir a cero el dolor de sus pequeños pacientes fuera del quirófano.
“Formar parte del grupo de Terapia del Dolor y Cuidados Paliativos, me ha hecho ver que la anestesia va más allá que solo acompañar al paciente durante la cirugía mientras está dormido”, refirió.
El INSN de San Borja es el primer establecimiento pediátrico en contar con un consultorio especialmente enfocado en la terapia del dolor, donde trabajan en conjunto un equipo de anestesiólogos, pediatras y psicólogos.
Gracias al manejo integral de medicamentos y analgésicos por vía oral y endovenosa, se puede aminorar con éxito el dolor que sufren día a día los pacientes pediátricos víctimas de enfermedades complejas o terminales, como leucemia, linfoma o cáncer de órganos sólidos.
La doctora Zulema Tomas Gonzáles es reconocida principalmente como la directora general del INSN de San Borja, no obstante, pocos conocen sobre su gran trayectoria como anestesióloga.
“Para mí ser anestesióloga es una hermosa misión y privilegio que me ha brindado Dios de poder salvar vidas”, comentó emocionada.
Con más de 25 años de experiencia, Tomas participó en múltiples procedimientos quirúrgicos como anestesióloga cardiovascular, siendo una de las subespecialidades más complejas por el tipo de pacientes cardiópatas que atienden; además que requiere de gran conocimiento y destreza para manipular una gran variedad de medicamentos.
“Me especialicé en anestesia cardíaca porque en nuestro país, de cada 1,000 niños que nacen en este momento, ocho o diez nacen con cardiopatías congénitas, por lo que es una gran demanda. En este Instituto tenemos seis anestesiólogos cardiovasculares para poder brindar calidad de vida a nuestros niños”, detalló.
Si de por sí hay una escasez de anestesiólogos en el Perú, dijo Zulema, la necesidad aumenta cuando se trata de niños y recién nacidos enfermos.