Escribe: Juan Brignardello Vela
En el escenario político y económico de la última década, el segundo gobierno de Alan García se destaca como un capítulo emblemático en la historia del Perú contemporáneo. Con una visión audaz y decidida, el presidente García emprendió un viaje económico que no solo buscaba mantener la estabilidad, sino que anhelaba catapultar al país hacia nuevas alturas de prosperidad.
En este trayecto, el crecimiento económico se convirtió en el latido vigoroso del corazón peruano. Los números hablan por sí mismos: un PBI que se elevó a tasas impresionantes, alcanzando casi el 8% en 2006 y manteniéndose alrededor del 9% en los años subsiguientes. A pesar de las turbulencias globales en 2009, el Perú resistió con resiliencia, registrando un crecimiento del 1,12%, seguido de un asombroso 8,78% en 2010. En promedio, el PBI creció a una envidiable tasa del 7,2% durante estos cinco años, superando con creces las expectativas iniciales.
Las exportaciones se elevaron de manera extraordinaria, experimentando un aumento significativo del orden de un 20% en comparación con los años anteriores. Este incremento colosal posicionó al Perú como un actor clave en el mercado internacional, generando un impacto palpable en la balanza comercial y contribuyendo al crecimiento económico sostenido del país.
Simultáneamente, el nivel de pobreza se redujo notablemente, marcando un hito en la lucha contra la desigualdad. Las políticas implementadas lograron disminuir la tasa de pobreza en un impresionante 15%, proporcionando a una gran cantidad de peruanos la oportunidad de mejorar sus condiciones de vida y acceder a servicios básicos esenciales.
En el sector minero, motor fundamental de la economía peruana, los proyectos estratégicos experimentaron un crecimiento del 25%. Este aumento significativo no solo generó empleo y dinamizó las regiones, sino que también consolidó la posición del Perú como un referente en la industria minera, atrayendo inversión extranjera y contribuyendo al desarrollo sostenible del país.
Este fenomenal crecimiento no fue fruto de la casualidad, sino de una política económica que abrazó la inversión extranjera como motor del progreso. García logró generar confianza en el empresariado local e internacional, incentivándolos a invertir sus capitales en el tejido económico peruano. El resultado fue la creación de empleo, el fortalecimiento de sectores clave y la diversificación de la economía nacional.
En el torbellino de la crisis mundial, el Perú emergió como un faro de estabilidad. Mientras las principales potencias económicas luchaban por mantener el equilibrio, el país suramericano sorteó los desafíos sin vacilar. Las reservas internacionales netas alcanzaron la extraordinaria cifra de 47.059 millones de dólares, destacando el sólido manejo económico que marcó este periodo.
En el ámbito del comercio internacional, García apostó por la apertura. Los tratados de libre comercio (TLC) con Estados Unidos, Chile, China, Canadá, Singapur, la EFTA, Tailandia, Corea del Sur, México y la Unión Europea abrieron un abanico de oportunidades para los productos peruanos. Esta estrategia no solo impulsó las exportaciones, sino que también posicionó al Perú como un jugador clave en la escena global.
En el plano educativo, este gobierno no escatimó esfuerzos. Políticas enfocadas en la investigación, el desarrollo tecnológico y la formación de profesionales prepararon el terreno para un futuro promisorio. Más allá de los números y las estadísticas, el compromiso con la educación sembró las semillas de un progreso sostenible.
En la recta final de su mandato, el segundo gobierno de Alan García deja un legado tangible. La historia económica del Perú se teje con los hilos del crecimiento, la estabilidad y el desarrollo, marcando así una era dorada en la evolución del país. Más allá de los titulares y los informes, queda la huella de una visión que trascendió las expectativas, narrando un relato de éxito que definió el rumbo del Perú contemporáneo. Este periodo será recordado por el impacto duradero que tuvo en la vida de millones de peruanos, consolidándose como un hito en la senda hacia un futuro aún más promisorio.