Su amistad con el pensador italiano Piero Gobetti
¿Quién es Piero Gobetti, el amigo de Mariátegui que él presentó en Lima en dos revistas, Amauta y Mundial, en 1929? Hay muchos estudios sobre Mariátegui y el mariateguismo. Lo primero que hay que decir es que Piero Gobetti era un pensador liberal italiano, amigo de Antonio Gramsci, el filósofo. Y se dice en estudios sobre quién era Gobetti que es uno de los principales inspiradores del peruano José Carlos Mariátegui (dicho en México en 2010). Digamos las cosas con la mayor sencillez. Piero Gobetti luchaba por una revolución liberal en Italia. Su libro más significativo se llama La rivoluzione liberale. El perfil de Gobetti era su liberalismo y uno de los actuales estudiosos de su comportamiento es Gonzálo Várela Petito, profesor titular en la universidad de Xochimilco en México y doctor por la EHESS (Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales) de París. Este investigador considera que el movimientismo de Gobetti era una mezcla de la revolución rusa y el pensamiento de los filósofos Georges Sorel, Gaetano Mosca, Benedetto Croce y Henri Bergson.
Es probable que Mariátegui conversara con ellos y se informara de sus filosofías. Resulta que la familia de su esposa, Ana Chiappe, tenía vínculos con el filósofo Croce, que fue el más cercano a Mariátegui como veremos en otra oportunidad. Ana Chiappe conoció a su futuro esposo en la casa de la condesa Antici Mattei, en 1920. Cuenta mucho en su vida y cuando Mariátegui falleció, ella se encarga de la edición de sus libros. ¿Cuál era la meta de Piero Gobetti y Mariátegui? La política de cada uno de ellos era lograr la formación de una nueva clase dirigente, tanto en Italia como en el Perú y Latinoamérica.
Otro gran filósofo que probablemente Mariátegui conoció es Gramsci, gran marxista con observaciones a Marx mismo y que discute el socialismo. ¿Qué significa una relación con Sorel y otros marxistas italianos como Antonio Labriola, Giovanni Gentile? Italia le daba a Mariátegui un espacio donde discutir la filosofía de Marx, el socialismo. Para Croce, el conocimiento no se reduce al conocimiento abstracto de los momentos universales del espíritu que proporciona la filosofía. El conocimiento concreto es el conocimiento histórico que los conceptos de la filosofía solo permiten acercar y orientar (Jacques Texier). Habían dejado tras suyo los clásicos y buscaban otra manera de manejar la política, el Estado y la filosofía.
Ahora bien, vamos a entregarles por primera vez en el Perú unas líneas sobre la amistad de Gobetti y Mariátegui, que fueron dadas a conocer en 1929. Era el intelectual italiano que más le había impresionado. Y a la vez, durante mucho tiempo, Mariátegui se lamentaba de “la deficiencia de nuestra asimilación de la mejor Italia, la irregularidad de nuestro trato con su más sustanciosa cultura” (Mariátegui, 1964). Sin embargo, en Argentina “debido a los fuertes lazos con Italia y a la huella que dejarán emigrados de la talla de Rodolfo Mondolfo y Gino Germani, ello es notorio”. Pedro Gobetti nació en Turín (19 de junio de 1901). Sus padres, Giuseppe Giovanni Battista y Angela Luigia Canuto, eran comerciantes. Gobetti muere en febrero de 1926, en París. Sus libros, que fueron muchos, giraban sobre la revolución liberal.
Por lo visto, para Mariátegui, no era una revolución socialista; pero en cambio, lo que tenían en común era evitar o enfrentar la extrema derecha que llevó a Mussolini al poder. El libro más significativo de Gobetti permaneció desconocido durante largo tiempo hasta ser traducido al castellano. Y Gobetti concibió ideas, como lo entendió Mariátegui, que podrían servir al “análisis de la formación latinoamericano”. En Lima lo presentó en diversas revistas y periódicos conocidos. José Carlos Mariátegui escribió largamente sobre Gobetti y lo publicó en Amauta (n°24, junio de 1929) y también en Mundial (12 de julio de 1929, “Presentación de Piero Gobetti”). ¿Por qué permaneció desconocido? Cedo la palabra al estudioso mexicano:
“Hay un motivo para que este autor haya permanecido inédito en castellano por tan largo tiempo. Su obra, al igual que la de Gramsci y Mariátegui —con quienes forma un triángulo de contemporáneos unidos por la experiencia italiana, la lucidez de análisis con algunos puntos compartidos, el empeño político y la temprana desaparición física— está en gran parte dispersa y muy imbuida de datos puntuales, por lo que requiere para el lector extranjero de un soporte informativo que ayude a ubicar la lectura. Además, si como afirma Spriano (1977) no conviene hacer por separado el estudio de Gramsci y Gobetti, lo mismo puede decirse de Mariátegui en relación con ambos italianos y ese es el enfoque que se adoptará en este artículo. De los tres, Gobetti (1900-1926) fue el más joven y el que vivió menos, pero dotado de una personalidad extraordinaria fue muy precoz, escribió mucho y animó grupos intelectuales y militantes, así como medios de opinión, logrando un temprano reconocimiento.
Su interés no es sólo arqueológico, sino que al reflexionar sobre Italia en tanto país nuevo de cultura católica, surgido en el siglo xix de un proceso de independencia muy determinado por el contexto internacional, con una gran heterogeneidad regional, ofrece —con la debida asimilación de indudables diferencias— sugestivos elementos de comparación con América Latina. Abona a una tarea aún en germen, la contrastación de las trayectorias de los países latinoamericanos con las de dos naciones mediterráneas —España e Italia— a las que por distintas razones su historia ha estado vinculada, en un azaroso camino en pos del desarrollo económico y político. No es casual que la edición haya sido hecha por una institución académica dedicada a los estudios latinoamericanos, porque Gobetti puede relacionarse en más de un aspecto con América Latina” (Várelo, Perfiles Latinoamericanos n°36, 2010, México).
En algunos otros momentos, Mariátegui se quejaba porque lo consideraban demasiado pegado al pensamiento occidental. Pero en 1928, él responde a esa crítica en su libro Siete ensayos de la realidad peruana:
“No faltan quienes me suponen un europeizante, ajeno a los hechos y a las cuestiones de mi país. Que mi obra se encargue de justificarme, contra esa barata e interesada conjetura. He hecho en Europa mi mejor aprendizaje. Y creo que no hay salvación para Indo-América sin la ciencia y el pensamiento europeos u occidentales. Sarmiento que es todavía uno de los creadores de la argentinidad, fue en su época un europeizante. No encontró mejor modo de ser argentino.” (Lima, 1928)
Mariátegui no se declara partidario del retorno al mundo incaico. Trata el sistema incaico de “teocracia” y “despotismo” (Siete ensayos). Precisa: “No es posible hablar de tiranía abstractamente. Una tiranía es un hecho concreto. Y es real solo en la medida en que oprime la voluntad de un pueblo o en que contraría y sofoca su impulso vital. Muchas veces, en la antigüedad, un régimen absolutista y teocrático ha encarnado y representado, por el contrario, esa voluntad y ese impulso. Este parece haber sido el caso del imperio inkaico. No creo en la obra taumatúrgica de los Inkas. Juzgo evidente su capacidad política; pero juzgo no menos evidente que su obra consistió en construir el Imperio con los materiales humanos y los elementos morales allegados por los siglos. El ayllu -la comunidad-, fue la célula del Imperio. Los Inkas hicieron la unidad, inventaron el Imperio; pero no crearon la célula. El Estado jurídico organizado por los Inkas reprodujo, sin duda, el Estado natural pre-existente. Los Inkas no violentaron nada” (Idem).