Cuando los 105 congresistas votaron constitucionalmente por la vacancia de Martín Vizcarra el 9 de noviembre del 2020, defendí de manera abierta la sucesión presidencial de Manuel Merino de Lama. Me parecían hilarantes las expresiones que cierta porción del centro y la izquierda utilizaban para calificar esta decisión. En primer lugar, llamándolo “golpe de estado”, cuando los procedimientos de vacancia -mal o bien utilizados- están contemplados en el marco constitucional y formó parte de la agenda parlamentaria en varias ocasiones en los últimos años. Pero, sobre todo, me causaba una sonrisa la expresión “la dictadura de los votos”. ¿Cómo era esto posible? Decía yo, ¿se puede votar dictatorialmente? ¿Qué tanta razón tienen?
Mucho hemos hablado acerca de defender este principio abstracto, por el que todos luchamos -al menos desde la oposición a este gobierno corrupto-, pero creo que hoy más que nunca es pertinente esta pregunta: ¿existe democracia en el Perú? ¿Qué es la democracia? ¿Es acaso una simple constitución política por sus bondades a nivel de mercado? ¿Es el statu quo peruano, realmente democrático? Y es que, a mi juicio, no deja de ser una evidente paradoja del sistema político peruano que, en agosto del 2021, un congreso apenas electo, alcanzara la estrepitosa cifra de 61% de desaprobación. A penas y a habían juramentado, y el pueblo peruano que los acababa de elegir, los rechazaba por mayoría.
¿Cómo es esto posible? ¿Los peruanos sufrimos de algún tipo de esquizofrénico síndrome? ¿O qué es lo que está pasando? No soy especialista en análisis electoral, pero lanzo una hipótesis respecto a este problema. El pueblo peruano rechaza al Congreso porque realmente no lo ha elegido. ¿Cómo es esto posible? Revisando un ensayo[1] del doctor en Ciencia Política, Virgilio Hurtado Cruz, acerca del sistema electoral para la elección del Congreso, caí patas arriba en cierta sección donde se distinguía la “democracia representativa” de la “democracia de partidos”. Aparentemente no son lo mismo. En la primera el ciudadano es quien elige directamente al representante; mientras que en la segunda son los partidos los intermediarios.
¿No les da una pista esto? En otra parte del documento se hace referencia al artículo 115 de la Ley Orgánica de Elecciones el cuál, en términos del autor, establece “el monopolio de las candidaturas por parte de las organizaciones políticas”, y conforma un elemento trascendente del “Estado de partidos”. Cuando uno revisa la trayectoria del jurista español Antonio García-Trevijano, quien dedicó su vida a criticar la conformación política de España, por considerar que esta no era una verdadera democracia; puede apreciar las enormes observaciones que tiene respecto a este Estado de partidos, que no es otra cosa que lo que se conoce como partidocracia. Para él, una partidocracia es una oligarquía vestida de democracia.
Para Trevijano, una partidocracia se define por dos componentes: 1) que los partidos tengan el monopolio de las candidaturas, y 2) que tengan el control de los representantes electos. El Perú, al tener listas cerradas, impidiendo que existan independientes; y con una apuesta por “fortalecer los partidos”, criticando el ‘transfuguismo’, lo que en el fondo están promoviendo es una oligarquía de partidos. El representante no es elegido por el pueblo realmente, sino por un intermediario -muchas veces corrupto- que propone a un candidato que es meramente ratificado. Asimismo, un miembro de la bancada de Alianza por el Progreso, por ejemplo, lo pensará dos veces antes de desobedecer los designios del patriarca César Acuña a quien le debe su escaño.
Es por ello que la vacancia presidencial no se da a pesar de que más del 70% del Perú desaprueba a Pedro Castillo, porque quien de verdad tiene el poder, no es el pueblo de manera directa; son finalmente 5 o 6 líderes de los partidos políticos quienes controlan de facto el congreso. Basta comprarlos para blindar a este gobierno corrupto. Y es cierto que los ciudadanos tienen la responsabilidad de votar bien, ¿pero podemos llamar democracia a un sistema en el que no es el pueblo, sino un conjunto de caudillos quienes proponen candidatos subordinados a sus intereses, para luego pedir una mera ratificación a una oferta restringida legalmente? Una reforma política es fundamental. Distritos uninominales, listas abiertas y aumentar escaños, eso podría hacer que el próximo congreso no nazca sin vida.
¿No hay algún punto de razón entre quienes consideran ilegítimo este sistema? Sin duda, hasta que no se reforme, las reglas deben respetarse. Pero ser un inflexible defensor de un status quo que arroja estos resultados, lo único que causará es que la revolución se desborde hacia causes imprevisibles, donde no habrá la posibilidad de construir nada mejor. Si el elemento característico de la izquierda es la revolución, la propuesta propia del conservador es la reforma: conservar lo bueno y desechar lo malo. Ser un defensor acérrimo del status quo, no es propio de conservadores, sino de reaccionarios. Para defender la democracia en el Perú, debemos estar dispuestos a destruir aquello que no es democrático, o sino, será destruida por completo.