La estrategia de Castillo y el maoísmo en la agricultura
La coalición comunista y colectivista que se ha agrupado detrás de la candidatura de Pedro Castillo y Perú Libre, ha lanzado una campaña de prensa y propaganda dirigida a los trabajadores de las empresas agroexportadoras, en la que se promete la expropiación y la parcelación de las tierras que actualmente se destinan a la agroexportación. Según esta propaganda, típicamente comunista, se expropiarán las tierras y se entregarán parcelas de tres hectáreas a cada trabajador.
En medio de la recesión y el derrumbe del Estado fallido de la administración Vizcarra y del progresismo colectivista, estas promesas pueden generar ciertas ilusiones en los ciudadanos desesperados. Finalmente, hoy cada hectárea de las tierras de la agroexportación puede llegar a valer alrededor de US$ 50,000. Tres hectáreas sumarían cerca de US$ 150,000. Una vez más, aquí estamos ante el típico engaño comunista que embaucó a los excluidos en Cuba, Venezuela y Bolivia, y los empujó a las tragedias que padecen.
¿Por qué es un engaño de principio a fin? En el momento en que se produzca la expropiación, las tierras no valdrán nada. ¿Por qué? Si hoy las tierras tienen ese valor es porque la Constitución de 1993 protege la propiedad privada, los contratos entre privados y garantiza el libre comercio. Estas condiciones posibilitan inversiones intensivas en capital y tecnología y la expansión de las agroexportaciones en todos los mercados del planeta. Es evidente que en este escenario las tierras adquieren un valor incalculable.
Como todos sabemos, el territorio nacional tiene una extensión de 128.5 millones de hectáreas (ha), de las cuales solo 7.6 millones tienen potencial agrícola. Amigo lector, amigo trabajador agrario, ¿sabes cuántas hectáreas se dedican a las agroexportaciones? Apenas 200,000. En otras palabras, la mayoría de las tierras de la agricultura peruana están en posesión de más de dos millones de parceleros, que desarrollan actividades de subsistencia, de autoconsumo y en donde predomina la pobreza.
La propuesta de Perú Libre, entonces, no solo alienta las expropiaciones, la ruptura del orden constitucional de la propiedad y los contratos, sino que plantea extender la pobreza. Es decir, acabar con las escasas islas de prosperidad e igualar toda la agricultura por debajo de la línea de pobreza. Y, ¿qué propone Perú Libre para los más de dos millones de minifundistas de la sierra, la selva y de la costa? No lo sabemos, pero seguramente allí plantearán la colectivización forzosa a través de cooperativas y koljoses.
La ofensiva bolivariana contra las empresas modernas de la agricultura y la ganadería no es novedad. En Venezuela se hizo lo mismo. Basta recordar que la industria lechera llanera era una de las más poderosas del continente, incluso había tanta sobreproducción que, para regular los precios, se arrojaba leche a los ríos. Hugo Chávez dijo “exprópiese” y los nuevos cooperativistas y parceleros al reparar que no eran ricos (como se promete a los trabajadores agrarios del país) terminaron por comerse las vacas. Hoy en Venezuela no hay leche, no hay carne, no hay huevos, ni producción agraria alguna.
Como se aprecia con absoluta claridad las inversiones en la agroexportación están entre los peores enemigos del colectivismo, del comunismo, porque reducen la pobreza y, en términos generales, elevan los niveles de bienestar de la población. La ofensiva contra la industria agroexportadora empezó con la derogatoria de la Ley de Promoción Agraria, promovida por la alianza entre la administración Sagasti y la mesa directiva del Congreso. Es una ofensiva que no cesa y que, seguramente, se definirá en la segunda vuelta.
Por todas estas consideraciones, los empresarios agrarios y los trabajadores agrícolas formales están en la obligación de explicar a todos los trabajadores en general, a las empresas que contratan con la actividad, a los pueblos y comunidades que se benefician del movimiento agroexportador, cuál es el significado de un eventual triunfo de Pedro Castillo y del comunismo en el Perú