Estatismo salvaje devora el dinero ajeno
Cada cierto tiempo vuelve a campear impunemente esa narrativa del mágico ministerio que todo lo soluciona. Lo mismo que aquella otra expresión de abracadabra sociopolítico que pretende resolver todo problema que concierne a la sociedad “con una ley que…”. Estas taras tienen campo fértil tanto en mentes poco trabajadas como en gente “educada” de alto IQ formal.
La piedra filosofal del ministerio omnímodo y de la ley ad hoc que todo soluciona impresiona a incautos y además motiva a parásitos sociales que son incapaces de ganarse la vida con un trabajo productivo y honrado. Sin embargo, cada vez es mayor esa parte de la ciudadanía que rechaza estas conductas y se indigna frente a la pretensión de aquellos que sueñan con vivir inmoralmente a costas del esfuerzo ajeno, echar mano al erario ciudadano.
En efecto, ese dinero que se administra en las instancias del Estado, pertenece a los ciudadanos y no le pertenece al Estado. Por si hiciera falta recordar, el Estado no tiene ni dinero ni poder propios. Todo es de los ciudadanos. Tanto dinero como poder. El dinero proviene de los impuestos que los ciudadanos pagamos con el fruto de nuestro esfuerzo. El poder reside en los ciudadanos y se delega para su administración, pero no con ejercicio abusivo ni opresor. Para estas personas defensoras del estatismo salvaje, robar “legalmente” es justificable. Mientras todo sea “legalito”, no hay problema.
Esta semana nos sorprendió constatar que estas extraviadas ideas –aunque en forma minoritaria– aún subsisten incluso en espacios de gente profesional. Es increíble ver cómo sin ningún argumento, pretenden imponer la “brillante” idea de un ministerio de ciencia y tecnología. Niegan sistemáticamente las evidencias y se entregan a la ignorancia. Esos son los que hacen puentes que se desploman, máquinas de producir oxígeno que no funcionan o sistemas que duplican tiempos y costos. Es una pena ver cómo estos partidarios del pensamiento mágico adscrito al estatismo salvaje («demos una ley», «creemos un ministerio») obtienen poder ilegítimo en instancias estatales y perpetran desatinos cuyas facturas debemos pagar todos los ciudadanos que vivimos de nuestro trabajo honrado y productivo.
Hay también gente bien intencionada que cree firmemente en que crear un ministerio de ciencia y tecnología es el camino para que en nuestros país accedamos a mayores niveles de innovación, progreso y desarrollo. Invocan la necesaria transformación tecnológica que necesitamos enfrentar, difundir y consolidar. Debemos reconocer que es cierto aquello de que los avances tecnológicos no piden ni permiso ni perdón, simplemente llegan y dejan fuera a quienes no califican. Sin embargo, nos preguntamos: ¿qué tiene que ver la transformación tecnológica con llenar un edificio estatal, alojando en él a cientos de parásitos burócratas? Más bien la transformación digital pulveriza la burocracia inútil y favorece la eficacia, alta calidad y eficiencia. El ministerio como «solución» no procede bajo ninguna consideración. Debemos reducir la cantidad de ministerios (instancias políticas) al mínimo y devolver a la sociedad civil tanto concertación como coordinación y ejecución de muchas tareas que ha usurpado el ogro estatal.
Solamente requerimos seis ministerios en el Perú. No necesitamos la gran cantidad de ministerios que tenemos, siempre presa fácil de políticos sin escrúpulos (valga la redundancia) que los usan perversamente para tropelías y corruptelas impunes. La administración del Estado debe gestionarse con profesionales de carrera, incluso en jefaturas, direcciones y viceministerios. Por su parte, los ministros seguirían siendo instancias políticas “de confianza”, únicas en su género para el nuevo modelo de estructura estatal de seis ministerios: (ver https://elmontonero.pe/columnas/cual-es-la-solucion-a-todo-esto):
- Relaciones Exteriores;
- Economía y Finanzas;
- Orden Interno (seguridad ciudadana y justicia);
- Infraestructura (recursos, obras, producción y tecnología);
- Seguridad Territorial (fronteras e integridad territorial);
- Servicios Sociales (educación, salud, familia y apoyo social, en clave de subsidiariedad)
No hay más ¡Qué fácil disponer dinero ajeno para cumplir «sueños» particulares del «ministerio propio», del «puesto estatal» y las bajas aspiraciones de un “modesto” funcionario de capa (caída) y sombrero! ¡Basta ya!