Transmitida oralmente, de generación en generación
Hay una pequeña localidad urbana, en la costa peruana, que se llama Végueta. Tiene algo de específico, se encuentra en lo que se llama el «norte chico», en el valle de Huaura, a 170 kilómetros de Lima y a 15 minutos de Huacho, y el caso es que esta ciudad se halla en la ruta sanmartiniana del libertador del Perú. Y se destacó, hace dos siglos, porque sus habitantes apoyaron claramente a los marinos y tropas que habían puesto el pie en las playas de Tambo de Mora y las islas de Végueta. El hecho que San Martín descendiera a tierra está en la memoria de los peruanos de Végueta. Seamos claros, hay un culto de patriotismo y a San Martín. Al filo del mar, hay una hermosa estatua del libertador, de pie con un brazo y la espada apuntando al norte lo cual significaba la continuación del proceso independentista. Esta obra es el fruto de diferentes Comités Patrióticos. Y así pues se ha convertido en el respeto y la gratitud de los peruanos, y es parte de la memoria de nuestro pasado.
Se explica, pues, que con una población de 22031 habitantes, Végueta es declarado por el Congreso de la República como «distrito histórico de la Independencia Nacional», esto en 1984 bajo Ley N°23942, siendo su primer alcalde don Gualberto Collantes Peralta. En este paso intervinieron Manuel Ulloa Elías, presidente del Senado, Elías Mendoza Habersperger, presidente de la Cámara de Diputados y Fernando Belaunde Terry, Valentín Paniagua y Luis Percovich Roca.
Estos fundamentos constitutivos no fueron inútiles, al contrario. El distrito funciona creativamente mediante comisiones ad hoc. Por ejemplo, decidieron producir una revista, un libro en realidad, en torno a esta temática, Végueta, en la ruta sanmartiniana del Bicentenario del Perú. Es decir, el pasado glorioso y en el mundo actual, el presente. Cuando escribo estas líneas tengo en las manos ese libro creado en Huaura, Perú. El presidente de esa comisión es Miguel Ángel Rodríguez Mackay (profesor en Relaciones Internacionales, dicta clases en San Marcos, San Martín de Porres, y otras universidades y es columnista de varios diarios). Tal libro reúne artículos y ensayos de académicos y diplomáticos de Argentina, Chile y España. Por mi parte, he escrito sobre la energía de San Martín, sus muchos viajes a caballo. El tema no ha motivado un libro solo de remembranza, hay textos novedosos como el de Raúl Chanamé, sobre «la estrategia independentista». En efecto, por algo el Libertador pasa de Paracas al norte, evitando Lima. Las guerras de la Independencia no fueron tan simples como a veces la historia plácida de algunos de nuestros historiadores las presenta. Algunos dicen que fue una independencia que llegó por el mar. Cierto, pero el desenlace fue en los picos de los Andes. Y muchas veces estuvo a punto de apagarse. Todavía hay peruanos que no han comprendido que la Independencia fue un estallido, no solo en un país sino en varios, y hubo algunos efectos externos como la invasión de España por Bonaparte, en 1810. Toma dos reyes españoles, y en 1810 los hace abdicar y deja el Imperio castellano acéfalo. Las causas de la independencia son variadas, unas son problemas locales y otras, estaban ocurriendo del otro lado del Atlántico, grandes cambios, con efectos en la América todavía colonial.
La Municipalidad distrital de Végueta se ocupa intensamente de la memoria de San Martín, y en estos días, su actual alcalde, el licenciado Eutemio Ríos Alarcón, junto con las comisiones encargadas han invitado a diversas personas para celebrar la ruta sanmartiniana, el Bicentenario y a San Martín, con varios eventos. El primero ha sido presentar la Revista del distrito de Végueta, seguido de un acto teatral reproduciendo el desembarco. En la playa este viernes 12 de noviembre de conmemoración, los invitados venidos de Lima entre ellos diplomáticos extranjeros, docentes, articulistas, militares, congresista, y las autoridades y vecinos de la localidad, se izó la bandera del país del Libertador junto a la del Perú, un gesto justo y emotivo. Pero también vimos a los soldados de San Martín, saltando de sus botes, en la playa llamada Tambo de Mora. Era una escenificación excepcional, como teatralidad la isla don Martín y las arenas de Tambo de Mora donde hace dos siglos los botes de oficiales y soldados dieron varias vueltas antes de desembarcar. Ese día no escuchamos el trueno de un cañón en el improvisado público, sabíamos que llegaron con la prudencia de ir a una guerra. En cambio, vimos desde nuestras tribunas los soldados con uniformes de colores llamativos propios a ese tiempo en que el uniforme era una forma de lenguaje —el heroísmo y la posible muerte— y se acompañaba de una estética. Ese día yo vi a los soldados de la libertad. Y poco después, vimos a San Martín mismo, vistiendo pantalones de blanco color, del estilo, me parece, de los franceses bonapartistas —algo sencillo— en contra de los gustos de la nobleza en exceso de joyas y adornos. Ese día vimos a un joven de Végueta vestido como San Martín. Pues bien, nunca me olvidaré de ese historicismo vuelto poema silencioso. Algo más fuerte que la oratoria, una representación teatral, y una gran idea. Vivimos en la era de la imagen, está por todas partes, en la televisión, el cine, pero la escenificación del dramatismo de tener patria es algo muy fuerte. Podemos hacernos una pregunta, sin dramatizar en exceso, qué hace o puede hacerse por la patria eterna del Perú. Tras las grandes civilizaciones inca y preincaicas, los siglos de colonia y dominio imperial de lejos y nuestro frágil republicanismo, ver algo de los pocos grandes momentos fundadores es decisivo. Para los niños de colegio y los estudiantes, verlo sería una gran forma de educar, como lo ha hecho sin grandes gastos una municipalidad en el norte chico, en Végueta, a 170 km de Lima. Escribo estas líneas para contarles la historia del nacimiento del Perú republicano, en una playa histórica, como si el viaje en el tiempo, su escenificación de corta duración, fuera más fuerte e intenso que el cine, un libro, un cuadro. Si vemos seres humanos, entendemos por completo. Y agradezco a la gente de Végueta, que nos trataron como a reyes.
En cuanto a mi contribución, lo que he escrito sobre San Martín es corto. Me pregunté qué se podía decir de nuevo. ¿Otra vez si fue bueno su Protectorado? ¿O dejar que continuase Simón Bolívar? Pero cada día, en quienes cambian las sociedades y la historia misma, en la línea del sociólogo Max Weber, cuenta el carácter, la persona misma. Nuestra especie tiene el lujo de la razón, pero también un sistema nervioso, y el carácter cuenta mucho en guerras, reyes y presidentes. Me pregunté entonces cómo era San Martín. Y me puse a leer las biografías que existen y nos dan una posibilidad de conocerlo. Pues bien, explico su ancestro, sus orígenes, el guerrero, pero sobre todo sus viajes. Cierto, con su constitución fuerte hizo viajes entre Argentina, Chile, luego Bolivia y Perú. Era inevitable libertar a esos dominios y volverlos naciones republicanas. He contado más de 14 viajes en territorio latioamericano. Por ejemplo, el 27 de enero de 1815 fue ascendido a la clase de coronel mayor, y el 1° de agosto de 1816 fue nombrado general en jefe del Ejército de los Andes. Y el 24 de enero emprende la campaña sobre Chile. Cuando los realistas lo derrotan, vuelve a Chile, en otros casos vuelve a la Argentina. ¿Y de qué manera viajaba? Por la única que había en esa época, las independencias siendo anteriores a la época de la revolución industrial. No había todavía ni ferrocarriles, autos y menos aviones. ¿Entonces? San Martín era lo que se llamaba «un hombre de a caballo». Y podemos decir que era una persona saludable con mente sana evidente. No se le conoce vicio alguno. Y tuvo una larga vida luego de retirarse a Francia. De ahí su serenidad, su desinterés personal. Un guerrero con una ética, un ejemplo para todos.
En Végueta se sabe por vía de sus habitantes que lo han escuchado de sus abuelos abuelos y tatarabuelos que a San Martín le regalaron un caballo. No creo que sea un mito. Una señora llamada Benita Quispe, que fue la primera que se acercó al general y sus soldados, le preguntó si venían para echar a los españoles. Fue la que hizo ese regalo, una persona perteneciente a los pueblos autóctonos. Se cuenta que estaba dando de comer a sus cerdos, y se acercó sin temor alguno. Rápidamente se dio cuenta que eso era un desembarco libertador. Lo que sucedió en Végueta pasó de generación a generación. Así son los pueblos del Perú. Lo de la señora Quispe se encuentra en los archivos del Obispado de Huacho.
¿Qué pasaría con la actual historia oficial si investigáramos los archivos provincianos? Sería entonces la historia del pueblo del Perú, no la de las oligarquías y de unas cuantas familias como lo es hoy.